sábado, 25 de junio de 2011

Monterrey-Torreón. Miércoles 8 de junio, 2011

Kilómetros recorridos: 2269.

La caravana de la espontaneidad bailó y cantó las 11 largas cuadras que le tomó llegar a la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, enel centro de la ciudad de Monterrey. En una ciudad tristemente acostumbrada a no ver una sola alma paseando después de las 9 de la noche, la columna estridente que puso a patinar a las corporaciones locales, encargadas de brindar seguridad a la propia caravana, no fue un evento menor. A las cero horas con cero minutos del miércoles 8 de junio, 500 marchistas eufóricos se instalaron en la escalinata de la rebautizada procuraduría de INjusticia estatal, en espera de la comitiva de familiares de víctimas encabezados por Javier Sicilia, reunidos a puerta cerrada con el titular de la mencionada dependencia.

En la verbena trasnochadora hubo baile, poesía, performance y reflexión. Mónica, una defeña independiente, intentaba persuadir con el ejemplo al puñado de regios que vacilaban en permanecer en vilo, sobre avenida Melchor Ocampo, frente a la procuraduría. El ejemplo combativo era el de Merary, la guayabita de menos de 12 años que tomó el megáfono en la plaza del Antiguo Colegio de Nuevo León para cantar y no soltarlo nunca. Una infante dando lecciones a los adultos.

Mientras la bulla no cejaba, el que escribe logró trabar conversación con tres conscientes chavos que sí se quedaron hasta el final. Miriam, Nívea y Juan también se mostraron sorprendidos por la respuesta de la gente en Monterrey frente a la llegada de la caravana. Más aún, me confiaron que otros cientos de ciudadanos estuvieron esperando la caravana en la plaza principal, la Macroplaza, pero al no aparecer aquella, y haciéndose la noche más oscura y riesgosa, prefirieron guardarse en sus hogares y verlo todo por televisión. Juan expone que en fechas recientes se había estado barajando entre los jóvenes de Monterrey, la opción de emular las “campadas” españolas del 15M a manera de protesta por la violencia; “¿para qué?”, replica, “mejor sumémonos a lo que Sicilia está haciendo”.

Finalmente, cuando un maicero estaba a punto de proponer al pleno la iniciativa de someter a examen antidoping a todos aquellos que a las 230 de la mañana seguían bailando y gritando, aparece la figura de Emilio Álvarez Icaza. El exombudsman capitalino nos informa de los acuerdos alcanzados con el procurador Adrián de la Garza, que se resumen apretadamente en: 1. Al cabo de una semana, los familiares de víctimas deberán ser informados del status de los expedientes de sus muertos y desaparecidos y, 2. En un plazo no mayor a treinta días tendrán que ser esclarecidos esos mismos casos, hasta sus últimas consecuencias. Ambos aspectos se antojan poco viables; la desconfianza es mucha. Pero si no hay cumplimiento, la caravana tendrá que buscar formas de presión más enérgicas.

La pernocta en el colegio Bernardo Pausset de Santa Catarina dura tres valiosas horas. Es el quinto día de viaje, y los espléndidos picos del Cerro de las Mitras sirven de magnífico fondo para la convivencia que los adolescentes del colegio sostienen con los caravaneros. “Aquí los chamacos son diferentes, ¿no?”, le preguntó Sergio a uno de los escuincles; “sí, aquí cuando nos portamos mal, en vez de expulsarnos nos llevan al psicólogo”.

Son las 930 de la mañana en la Sultana del Norte y el calor ya es insoportable.

Vamos camino de regreso al estado de Coahuila para hacer escala en la entrañable ciudad de Torreón, y más de uno en el autobús –me cuento entre ellos- tiene la firme intención de sumar unas pocas horas más de sueño. Sin embargo, Daniel Gershenson, presidente de la asociación civil AlConsumidor, impedirá nuestro sueño guajiro de dormir más desde el micrófono, con su vehemente perorata sobre el caso de la guardería ABC. Daniel y su equipo han ofrecido orientación jurídica a varios de los deudos de esa indecible tragedia. Algunos de esos padres han tenido que volverse verdaderos especialistas en derecho, para entender cómo la ley en México puede no tener efectos vinculantes sobre los principales responsables del infanticidio de Hermosillo, Sonora. Al menos eso concluyeron los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Gershenson, además, anda con las expresiones en inglés a flor de labio, y nos dedica especialmente una muy controversial: “youth is wasted on the young”.

Los ya quince autobuses de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad cruzan después de mediodía el precario municipio de Matamoros, Coahuila. ¿Cómo puede un viajero saber que un poblado es pobre sin hacer pie en él? Muy sencillo: no hay anuncios espectaculares promocionando candidatos priístas a ningún cargo. Matamoros es un municipio campesino, y los campesinos en México no pueden, no merecen ser convencidos con ingeniosos slogans como “¡More, more, more, Moreira!” (El more es un juego entre el apellido del candidato a la gubernatura de Coahuila, Rubén Moreira, y la palabra inglesa “more”, que significa “más”). No, a los campesinos no se les convence, se les coopta con despensas, con tortas, con refrescos o con “apoyos” para comprar la más mínima herramienta que, sobra decirlo, nunca los hará tendientes a salir de su condición de miseria. Más adelante aparecerá nuevamente en estas crónicas el nombre de Matamoros.

En Torreón sí es necesario atascar la ciudad de espectaculares. Y curiosamente de fehacientes espectaculares. Como en muchas otras ciudades del país, la clase política confía ciegamente en los milagros de la ciencia publicitaria, aquella que intenta transformar el justificado pavor de los torreonenses en idílico autorretrato: “Hablar bien de Torreón, habla bien de tí”. Es una lástima que a estas alturas de la infausta guerra contra el narcotráfico, ya ni la técnica publicitaria sea mínimamente confiable.

A la entrada del bosque Venustiano Carranza, una señora muy bien vestida y aderezada se acerca a mí para saludarme y agradecer la presencia de la caravana en su ciudad. Ambos nos enfilamos parque adentro, flanqueados por una valla de mujeres con pancartas que reclaman a sus hijas desaparecidas. La lugareña me da la terrible noticia: la noche anterior fueron masacrados 11 jóvenes en un supuesto centro de rehabilitación, situado a espaldas del parque donde se hará el acto público. Ya es la segunda vez que pasa, “como en Juárez, oiga”, agrega impotente. Ahora entendemos el excesivo dispositivo de seguridad desplegado en el perímetro del bosque.

En el auditorio del bosque volvemos a entrar entre las palmas de los congregados; la garganta se hace estrecha como un poro de la piel. Para mi disgusto, el formato del mitin de Saltillo se repite: hay que comer al mismo tiempo que las víctimas ofrecen sus testimonios en el templete. En las estaciones de comida conozco a Sofía, muchacha de tez morena que a sus 15 años ya colabora con el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro. Sofía sufrió la pérdida de dos de sus amigas de la secundaria la noche anterior, la misma noche de la ejecución de los otros 11 jóvenes. Sus amigas estaban departiendo en una fiesta con familiares y amigos cuando un comando salió de la nada y disparó contra los asistentes. En vez de asistir a las exequias de la joven fallecida, Sofía prefirió honrar el compromiso de ayudar a sus compañeros con los preparativos para recibir a la caravana.

En el estrado habla Teresa, con su rostro ajado por el tiempo y sus ojos azules empañados para siempre por la pérdida de su hijo Joaquín, asesinado a los 21 años en el DF. Ella viene con la caravana desde Cuernavaca. Tere le confía con lágrimas en los ojos al pueblo torreonense, el pueblo que tiene a sus hijos desaparecidos –como son Israel, Juan Antonio, Carlos, Servando-, que su hijo en cierta manera también nació en Torreón, pues su padre era originario de aquella noble ciudad. Para Tere es un honor estar con los paisanos de su esposo e hijo. “Usted, la caravana, son agua fresca para Torreón”, le contestan en agradecimiento.

Julián LeBarón nos vuelve a sorprender con sus líneas: “anoche en Monterrey, los policías ya no querían ser policías, porque sus ojos estaban sonriendo”. Javier Sicilia se anuncia a sí mismo como relevado por Julián en la poesía, y este, colorado como un jitomate, agradece el reconocimiento con un beso en la mejilla de Javier, a quien ve como un padre. Sicilia nos conmina a no ser derrotados por el olvido, y cita: “El espíritu vencerá a la la espada”. Tal vez, digo yo, Javier ha sido superado en la poesía, pero no en la fe.

Casi al final del evento, una oradora torreonense nos muestra de manera sucinta que sí, que un menonita, un obrero, una ama de casa, TODOS somos capaces de decir y hacer poesía si caminamos con el corazón. Con 42 grados de temperatura, la mujer –nuevamente la mujer- resume un camino de más de 2 mil kilómetros en unas cuantas palabras: “el desierto les regala rosas”. Sí, la caravana fue a Torreón, fue al árido Septentrión mexicano, a ser colmada de flores.

2 comentarios:

  1. "No deseo la victoria ni la muerte,
    no deseo la derrota ni la vida,
    solo deseo el árbol y su sombra
    la vida con su muerte"
    Javier Heraud

    Te envío estas líneas del que era una gran promesa de las letras y quedo muerto por la balas del odio, del terror y la miseria humana. Quedo cortada una vida que se vislumbraba llena de frutos y gracias, así como le sucedió y sucede a cientos de jóvenes en México.
    Gracias por tus contribuciones, tanto de la caravana como las que compartes con nosotros en el blog.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias anónimA por compartirnos esta poesía. El fragmento es sencillamente hermoso.

    Y más gracias por seguir este blog.

    ResponderEliminar