lunes, 22 de agosto de 2011

Torreón

El sábado de 11 de junio de 2011, la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad emprendió el camino de regreso a la Ciudad de México y Cuernavaca, desde la entrañable Ciudad Juárez. Momentos antes de la medianoche del sábado, rayando ya sobre el domingo 12, los caravaneros arribamos a la única ciudad que nos habría de dar la bienvenida dos veces: Torreón, Coahuila. “¡Sí se pudo, Sí se pudo!”, gritaban emocionados los hermanos torreonenses al ver a los caravaneros entrar estadio-gimnasio de Torreón. Una vez más los peregrinos nos sentimos como los seleccionados del TRI. Y por segunda vez, los laguneros nos agasajaron con los mejores alimentos de todo la travesía.

No es asunto secundario que mencione la cena memorable que el comité organizador nos brinó: tacos al pastor, burritos, tortas, pan dulce (!!!); de beber, aguas frescas de horchata y jamaica, café; y por si fuera poco, melón y sandía frescos, que nos supieron –justo como la vez anterior- a la más grande las glorias después de toda una semana de comer garnachas. Especialmente del melón hablaremos más tarde.

Del lado de los caravaneros, por su parte, crecía la expectación por llegar a Torreón para organizar una especie de convivio general, ya que en Cd. Juárez, por los famosos “motivos de seguridad”, la caravana se separó en contingentes que fueron alojados el jueves 9 en distintas sedes (ni tan “seguridad”, pues en la distribución de refugios, un camión le tocó irse solo y nadie se acordó de ponerle escolta policiaca…, ¡en Ciudad Juárez!); de tal forma que no se había dado la oportunidad de intercambiar impresiones sobre la experiencia vivida por los caravaneros. Los laguneros entendían esto y habían preparado toda una verbena a nuestro regreso.

Pero hoy en día en México, por más que los mexicanos nos empeñemos en fugarnos de nuestro laberinto a fuerza de festejos –tradicionales, importados o hechizos-, no es tiempo de verbenas. Mientras comíamos, un activista local se nos acercó para preguntar por “el tal Pietro”. El lugareño se mostró visiblemente molesto –y con justicia- por la paradójica ausencia del tema de los desaparecidos de Coahuila, en el pacto firmado 24 horas antes en Ciudad Juárez: “los desaparecidos, desaparecieron del Pacto”, exclamó inconforme. Por cierto que esa inconformidad sería recabada semanas más tarde por Marcela Turati en el número 1809 en la revista Proceso.

Vendría más sinsabor. Cuando algunos de los extenuados caravaneros se sentaron a reposar la cena en las gradas del campo de fútbol, uno de los organizadores nos preguntó en el micrófono si nos había gustado la fruta servida en la cena, a lo que el quórum contestó alegre con un “¡sí!”. “Pues bien,” prosiguió, “esos melones y esas sandías fueron una donación especial de los campesinos de La Laguna para la Caravana, pero ellos nos pidieron expresamente que no reveláramos a nadie la ofrenda, porque Los Zetas los tienen amenazados sobre hacer cualquier cosa con sus cosechas”. La manera en que el hombre lo dijo causó risas trémulas en uno que otro fuereño, como si se tratara de un pésimo chiste de humor negro (volveremos más tarde con los melones).

Salvador Campanur, líder del contingente de Cherán, vendría a terminar de aguar el convivio caravanero. Ese mismo sábado 11 se había encontrado en Cherán el cuerpo del compañero purhépecha David Chávez, que había sido secuestrado el 28 de mayo. Salvador prácticamente nos imploró organizar una colecta rápida para comprar víveres y llevarlos en una comitiva especial a su pueblo ese mismo domingo, donde lo esperaban a él y los demás delegados purhépechas para sesionar asamblea de urgencia. La resistencia precisa de provisiones. ¡Qué convivios ni que la manga del muerto!

Dormimos. Al otro día, el que se escribe fue a comprar el único souvenir del viaje: un número del periódico El Siglo de Torreón. Curiosamente, y a manera de premonición, una nota al pie de la portada destacaba las medidas de entrenamiento implementadas por la Universidad de Coahuila con los estudiantes, para saber qué hacer en caso de que una balacera azote la periferia de los campus. Se invirtieron millones en ese programa.

En la sección de la La Laguna del Siglo, venía la nota que coronaría lo sublime-horrible del caso de los melones: en los municipios meloneros de Morelos y Matamoros, los productores enfrentaban serios problemas en sus cosechas, debido a la terrible sequía que azotó la mayoría del territorio norteño en la primavera. Dicho de otra manera: los campesinos nos regalaron un poco de los melones que el cambio climático les permitió salvar –cambio provocado por los gases de efecto invernadero, a su vez emitidos en gran parte por el dios-carro, que poco tiene que ver con la vida del campo- , y, además, haciéndolo bajo amenaza del grupo criminal más temido en el país, los de “La Última Letra”. ¿Por qué todavía hay mexicanos –verdaderos héroes- que pueden dar lo único que tienen en las peores condiciones?

Pues bien, ese hermosísimo y desgarrado Torreón es el que me traje en el pecho. Hoy, más de dos meses después, volvemos a saber el horror que esa ciudad y su gente viven. Horror que por lo demás, en estos dos meses transcurridos, no ha menguado ni mucho menos. Pero contextualicemos un poco más.

Días antes de este sábado 20, cuando ocurrió en el estadio de los Santos de la 1ª. División del Fútbol Mexicano lo que el mundo entero ya sabe, David Penchyna, diputado federal del PRI por Hidalgo, casi “sin querer queriendo”, aceptó en vivo en el programa de Carmen Aristegui, que el estado de Coahuila pasó de un endeudamiento de 320 millones de pesos - antes de que el ahora presidente del PRI, Humberto Moreira, asumiera la gubernatura de ese estado- a 32 mil millones de pesos cuando concluyó su mandato (!!!), dejando de paso como tapadera de ese despilfarro a su hermano Rubén. Para subsanar el “boquetito” en las finanzas públicas, los priístas, campeones mundiales del cinismo, buscan ahora endeudar a los destrozados compatriotas de Coahuila por los próximos 30 años.

Y bien, pues ¿qué sucedió el sábado en el “Territorio Santos Modelo” (el estadio construido con dinero público, pero pregonado como suyo por el monopolio cervecero)? Respuesta: sucedió lo que pasa todos los días en Torreón: balaceras, desaparecid@s, torturad@s, ejecuciones masivas en reuniones sociales de cualquier tipo –en el mejor estilo de Juárez, diría José Emilio Pacheco-, secuestros, extorsiones etc, etc, etc… Solo que ahora sucedió en el último lugar imaginado: el estadio, el sacrosanto templo del fútbol.

En los comentarios de la nota de la balacera en Torreón, publicada por el portal de Yahoo ayer domingo, apareció en segundo lugar un texto que rezaba: “¡no es posible! ¡Ahora ni siquiera puede ir uno a gusto a disfrutar de un partido de fútbol!” ¿En verdad es inconcebible? ¿En verdad es inconcebible que un jugador de fútbol profesional se deje caer sobre el césped por miedo a un balazo, en pleno partido oficial del máximo circuito futbolístico de un país que lleva a cuestas 50 mil muertos? ¿Por qué es tan ominoso el perder la tranquilidad dentro un estadio de fútbol cuando hemos permitido que la tranquilidad se nos vaya de las calles, de los centros de trabajo, de los bares, de nuestras propias casas? ¿No fue el propio Jorge Valdano, campeón del mundo con Maradona, precisamente en el mundial de México 86 –seguramente un México donde el argentino no tuvo que salir corriendo al vestidor debido a una marea de plomo-, quien declaró que “el fútbol es lo más importante de lo menos importante”? ¡¿Qué es lo más importante hoy en México, carajo?! ¿Por qué cuando un ciudadano, padre de un joven asesinado, sale a las calles armado de poesía a hablar de paz, es más importante para no unírsele el hecho de que este ciudadano sea cristiano, besucón, o de plano, medio ”puñal”?

El fútbol es la última institución manchada por la violencia del Narcoestado mexicano. Ojalá que ahora sí, mis paisanos salgan por millones a las calles.

Y para no perder la perspectiva global de nuestras convulsiones, convulsiones que en cierta forma sufren otros pueblos del otro lado del orbe, les dejo este estrujante trabajo de Al Jazeera, sobre los hermanos de Bahrain.

http://english.aljazeera.net/programmes/2011/08/201184144547798162.html