lunes, 12 de julio de 2010

La Ley Arizona en California


“Get illegal immigrants out of my country”. Éste es el colofón de uno de cuatro comentarios estúpidos –por decir lo menos- que he leído en la tribuna pública de la edición del 8 de julio de L.A. Times. De nueve participantes, cinco –la mayoría- enviaron sus opiniones al espacio de lectores refiriéndose al tema de la inmigración ilegal, tres lectores abordaron temas locales de Los Angeles y finalmente un solitario lector más comentó acerca del asqueroso desastre natural en el Golfo de México, mismo desastre que, al estilo de la Impunidad Institucional Mexicana –lo puse en mayúsculas a manera de propuesta novedosa de nombre de un cártel de la droga, o cuando menos de una asociación civil-, no ha desembocado en ningún responsable importante: Obama, el pseudohombre más poderoso del mundo, no ha podido hacerle ni cosquillas al cártel de British Petroleum.

¿Porqué un lector promedio del LA Times, sea colono de Long Beach –el tercer puerto más grande del mundo- o de Irvine –ciudad ubicada ya en el siempre “próspero” condado de Orange, donde viven mis padres- emite opines tales como “I am beginning to think that Arizona has the right idea”? De verdad es de lo más interesante intentar explorar cómo es que nuestros vecinos del norte formulan tan profundos y elocuentes argumentos.

La respuesta favorita a una pregunta como la de arriba sería, y ha sido, desde tiempos de la Europa Medieval, “ es que los inmigrantes vienen a arrebatarnos nuestros trabajos.” De hecho, esa respuesta está contenida en los comentarios de los lectores del Times.

Sin embargo, cualquier ciudadano mexicano medianamente informado, o cuando menos, lejanamente emparentado con uno de los millones y millones de indocumentados que trabajan y viven ilegalmente en Los Estados Unidos de América, sabrá que la horda de invasores extrajeros realizan trabajos que “ni los negros quieren hacer”, como descubrió el Doctor Honoris Causa, Vicente Fox. Para confirmarlo, el sindicato de los Trabajadores Rurales Unidos de USA lanzó senda campaña convocando a ciudadanos y residentes estadunidenses de todos los orígenes étnicos –entiéndase aquí, caucásicos- que quieran formar parte de la enorme fuerza laboral agrícola, llenando el formulario “Yo quiero ser un trabajador rural”, descargable en el sitio de internet www.takeourjobs.org Era de esperarse que, un mes después de la convocatoria, solo tres humildes americans se dignaran a solicitar tan atractivas vacantes.

Los promotores de leyes más estrictas como la Ley SB1070 de Arizona, argumentan que si ha habido tan pocos blancos interesados en el trabajo agrícola es porque los patrones agricultores no quieren pagar salarios más altos ni mejorar las condiciones de trabajo en los campos. (Con información del diario de lengua hispana La Opinión, julio 10, 2010)

Bingo!!! Los paladines de la gobernadora Brewer por fin dieron con el clavo!!! Realmente es todo un acontecimiento el que las mentes conservadoras de este país, promotoras y armadoras de grupos fundamentalistas que van del Ku Klux Klan al Minutemen hayan descubierto uno de los engranes de la maquinaria económica llamada Estados Unidos de América. Ya solo habría averiguar por qué estos canijos caciques –blancos muchos de ellos- no quieren mejorar tan precarias condiciones laborales y salarios tan raquíticos….

Simplemente porque el jitomate y la fresa, el apio y la cebolla, los aguacates y las espinacas, junto con la gran variedad de todo lo demás que se siembra y cosecha en el sur de California –por citar el caso más emblemático-, la quinta potencia agrícola del mundo, no costarían igual de barato sino se explotara a la fuerza laboral latina –predominantemente mexicana- de la manera grosera en que se hace!!! Es la misma manera insultante en que los turcos son explotados y odiados en Alemania o los africanos y árabes en Francia, culpables, entre muchas otras cosas, del fracaso de su selección nacional de fútbol en Sudáfrica 2010. Al menos eso dice el partido derechista francés. (Debe ser cierto, la selección francesa no se veía nada libertaria –ni bonita- desplegando tantos jugadores descendientes de inmigrantes atrasados provenientes de repúblicas bananeras, excolonias y neocolonias francesas). Es también el mismo resorte, pero a la inversa, que llevará a los dueños del dinero a desmantelar en diciembre de 2011 la planta de automóviles Fiat en Palermo para llevarla a Polonia, donde la mano de obra es más barata.

Pero es muy difícil que el estadunidense caucásico promedio se haga preguntas profundas –o al menos las haga con intención genuina de llegar al fondo del asunto- y reconozca la enorme cuota de responsabilidad que tienen los gringos en el problema migratorio a ambos lados de la frontera, como la tienen en el gigantesco problema del narcotráfico. Ya no hablemos de la crisis ambiental global ni de la destrucción de naciones enteras en Oriente Medio. En cambio, es más fácil, como siempre lo ha sido para los pueblos o gobiernos amos del mundo, olvidar y negar la historia.

Olvidar y negar que naciones como Estados Unidos –al igual que Francia, Inglaterra y otro países europeos en África- siempre han promovido modelos económicos que a la larga expulsan la mano de obra local buscando en el primer mundo el empleo que sus entreguistas gobiernos no pueden ni quieren garantizar dentro de sus fronteras. Olvidar y negar en Arizona, mediante prohibición –bondad achacable a la Ley HB2281, gemela de la racista SB1070-, la propia historia multiétnica y multicultural norteamericana, al considerar su enseñanza como divisiva –ese discursito de la “unidad” dónde lo he oido. Olvidar y negar que, aún con todo, los beneficios económicos de la inmigración, legal o ilegal, son bastante más grandes que los problemas que la propia inmigración acarrea. El dinero que la hacienda estadunidense esquilma a los indocumentados en forma de impuesto al trabajo asciende a sumas multimillonarias anualmente. Esos impuestos no serán retribuidos en servicios o asistencia ni en un cuarenta por ciento a los contribuyentes fantasmas , es decir, los propios indocumentados que legalmente no existen, pero sí pagan esos impuestos.

Obama, Bush, Hillary Clinton, hasta el propio McCain y otros más se han olvidado de que en campaña utilizaron a los latinos para sus pretensiones políticas. Todos han prometido el oro y el moro y no han cumplido ni un rábano. Obama en particular es el más grande hipócrita de todos ellos. Su gobierno ha demandado recientemente al estado de Arizona, en relación a la SB1070, por una cuestión de supremacía de la ley federal sobre las leyes locales. Sin embargo, cuando lo han abordado con el tema de una reforma migratoria integral, Obama se ha excusado puerilmente diciendo que la iniciativa necesita el voto republicano en el congreso. Se puede deducir entonces que, en caso de que su sorpresiva demanda fructifique, ésta solo servirá para dejar las cosas exactamente como están y el modelo intacto. Irónicamente, la actual candidata republicana a gobernadora de California ya ha sacado en los medios cinco spots en español apelando al voto latino…, sin comentarios.

Por esto, más allá de los protestas de miles de hermanos latinos, las declaraciones de beisbolistas, y más allá del jersey de “Los Suns” de Phoenix en los playoffs de la NBA, seguirán las redadas y deportaciones masivas auspiciadas por el gobierno comandado por el negro de cascarón y blanco de corazón: más allá de toda la refrita retórica gringa está la América Profunda , representada por nuestros sapientes lectores del LATimes que, cito de nuevo, se ven a sí mismos como “a nation of hardworking americans”. Y el flagelo del narco seguirá azotando cada rincón de nuestro país debido a que, entre otros factores, Obama no puede tocar el monstruoso mercado de armamento gringo, donde nuestros muy patriotas sicarios compran los cuernos de chivo para matarse entre si y matar policías y civiles inocentes. Ni tampoco puede tocar el obsceno mercado de drogadictos más grande el mundo.

Seguirá también la eterna guerra en Afghanistán, más larga ya que la aborrecible guerra de Vietnam, porque Obama, el presidente de la esperanza, debe garantizar la seguridad de los ciudadanos norteamericanos, y mientras Al Qaeda y el Talibán habiten esa o cualquier otra parte de planeta, esos ciudadanos y el resto del mundo no estaremos en paz.

Mi madre, que ha trabajado por casi una década en este país para muchos y diversos empleadores –hoteles, cadenas de comida rápida y, por cierto, para una empacadora de periódicos del LA Times, todo ello, como indocumentada-, ha concluido recientemente que “los pinches gringos son unos culeros…, solo te tratan bien mientras les eres útil…” No estoy seguro de que tooooodos los gringos sean unos culeros, pero afirmar algo como lo segundo no es muy diferente de lo asentado por el viejo adagio de la política exterior norteamericana: “Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses”. Habrá que preguntarle su opinión al extinto Sadam Hussein.

Y hablando de racismos y malinchismos –el malinchismo no es más que un racismo velado hacia tu propia gente-, siento el deber cívico de deplorar la actitud y comentarios de muchos narradores deportivos que, a la hora de la final del mundial de Sudáfrica, les brotó por los poros la ascendencia española, el acento gachupín y el orgullo de que “un país de los nuestros” –palabras textuales de un comentarista- jugara en la final inédita. Ahora que los españoles son campeones, imagino que a estos malinchistas les gustaría estar –aunque no lo externen- en los zapatos del charlatán Aguirre, quien muy seguramente debe estar festejando todavía el triunfo de “La Furia” sobre la Plaza de Cibeles. Afortunadamente hay latinoamericanos que nos atrevemos a disentir, como José Luis Chilavert, que en cadena nacional para Univisión recordó el pésimo trato que los ibéricos suelen dispensar a los inmigrantes latinos. Como cuando el Santiago Bernabeu –casa del Real Madrid- gritaba eufórico a coro: “indio, indio, indio!!!”. Se referían a Hugo Sánchez, en sus inicios con el Atlético de Madrid, el mismo pentapichichi quien, irónicamente, dió tantas glorias al equipo merengue.
Un abrazo fuerte desde las entrañas del imperio, maiceros!!!