jueves, 8 de diciembre de 2011

La Feria del Libro del Narco


Un robo menor –una mochila prestada y un par de libros de poesía nada menores- fue la inauguración que la Feria Internacional del Libro (FIL) tenía preparado para este escribidor y que coadyuvó a que su carrera meteórica como promotor editorial terminara dramáticamente. Un atraco no tan menor- 10 ejemplares del nuevo libro “Las Guerras de Justo”, del historiador y analista político yucateco, Francisco José Paoli Bolio, fueron el recibimiento que sellarían la suerte en las ventas de la editorial Keh –“venado” en maya yucateco. Nos habían “venadeado”.

Recupero rápidamente el tema del subcontratismo que abordé en mi último post para expresar que los encargados la seguridad intramuros del recinto ferial, la Expo Guadalajara, fue administrada por la casa de seguridad “Centurión”, que para la labor de cuidar los libros –principalmente libros- de la feria más grande e importante del país se sirvió de decenas, quizá de cientos de jóvenes estudiantes prestantes de servicio social, con escala o nula formación en la disciplina de la seguridad.

¡Pero es mi culpa! “Bueno, finalmente uno es responsable de sus cosas, ¿no joven?” Me espetó Adrián Lara, encargado de “todo-eso-de-seguridad” por parte de la FIL, ante mis furibundas reclamaciones. Lo que debimos haber hecho, entonces, es llevar la caja de 12 kilos de libros en los hombros hasta el mismo baño cuando los esfínteres no entendieran de explicaciones.

Cuando la frustración y la impotencia se ahuyentaron, decidí reconciliarme con la famosa “fiesta del libro” y me dispuse a entrar de lleno en el programa de presentaciones, conferencias y firmas de libros.

Pero antes de continuar, volvamos unos días antes del 26 de noviembre, fecha en que se inauguró la 25ª. Edición de la FIL. La mañana del 23 de noviembre, los Zetas, ese grupo de patriotas que se ha indignado ante el colaboracionismo del cártel predilecto de la sexenio calderonista –el Cártel de Sinaloa- con el gobierno norteamericano, decidió que si la FIL cumplía 25 años, ellos lo recordarían con 25+1 muertos abandonados sobre la avenida Lázaro Cárdenas, junto al monumento de los “Arcos del Milenio”. La mayoría de los cuerpos pertenecían a jóvenes y adultos pobres que no tenían nada que ver con el crimen organizado: un almacenista, un panadero, un vendedor de hamburguesas, un chofer repartidor de agua purificada, un vendedor de una tienda departamental…(Ver Proceso No. 1830).

La Feria ya había sido marcada por la violencia.

Mario Vargas Llosa, el premio Nobel peruano, que alguna vez se atrevió a opinar sobre la “dictadura perfecta” en México bajo el régimen priísta, deleitó a propios extraños en la inauguración con su sonrisa característica, al lado de la igualmente prolífica, pero no tan famosa como el latinoamericano, Herta Müller, del país invitado, Alemania. Si Alain Delon y Elizabeth Taylor vencieron el miedo –me imagino que cuando visitan una ciudad extranjera leen los periódicos locales antes de arribar- e hicieron presencia en el desastroso puerto de Acapulco durante el muy venido a menos Festival Internacional de Cine, ¿por qué los escritores se habían de echar para atrás ante el grotesco acto de terrorismo de tirar 26 muertos en la calle?

En los escaparates de las grandes editoriales y mayoristas como Santillana, Oceano, Gandhi, Gonville, en las voces de ciertas personalidades y desde luego, en los comentarios de los ciudadanos de a pie “sí, yo vi los cuerpos de los ‘Arcos’, había un chingo de tráfico…”, se reproducían los ecos del tema que llegó para quedarse, el narcotráfico y la farsa de guerra que vivimos.

Casi de forma paralela a los eventos masivos convocantes de figuras de altos vuelos como el laureado Fernando Vallejo –que se aventó al puntadota de invitar a no votar a una nación de apáticos políticos-, Juan Gelman, Fernando Savater, los caricaturistas Magú y Trino, entre muchas otras plumas notables, se gestaba, como ya es tradición cada año en la FIL, el Encuentro Internacional de Periodistas. Ahí, un maicero, dio otra probada al putrefacto abismo de la guerra sin fronteras, como fue titulado el encuentro por los propios organizadores.

En efecto, un guerra sin fronteras es esta que vivimos, sin linderos territoriales, morales, éticos, o conceptuales. Una guerra que lo mismo la planean los altos mandos de la cínica e infame DEA que los narcomenudistas de una colonia popular. “Ninguna escritura alcanzará a describir el infierno que vivimos”, declaró Javier Valdés, periodista culichi y director del diario Ríodoce, que ya fue escarmentado con una granada tirada a las puertas de sus instalaciones en la capital sinoaloense.

En su conferencia titulada, “Historias desde la Trinchera”, al lado del valientísimo y calificado periodista Diego Enrique Osorno –el mismo que escribió el insufrible libro “Nosotros Somos los Culpables”, sobre el incendio de la Guardería ABC-,y del no menos destacable Froylán Enciso, oriundo de Mazatlán y especie de híbrido de historiador y periodista, Javier habló de su visión apocalíptica sobre que sucede en su estado natal y en muchas otras partes del país.

“Es ésta una sociedad narca, una sociedad que metió al narco a su alcoba…, para copular”, expresó con firmeza Javier. Sus palabras, que recuerdan la lapidaria frase del eminente Doctor Buscaglia: “la delincuencia organizada en México es de estado”, retumba no solo en las paredes del salón de eventos, sino en las inquietas y aún tiernas mentes de los estudiantes de periodismo de la Universidad de Guadalajara, que se habían levantado temprano esa mañana de sábado para escuchar a los que tienen por maestros. Los aprendices parecen cuestionarse a sí mismos: ¿en verdad somos una sociedad narca? ¿Una sociedad narcotizada?

A pesar de las pocas cifras actualizadas respecto al consumo interno de estupefacientes –el gobierno ha hecho lo suficiente para no actualizarlas- son cada vez más las voces autorizadas que aseguran que el consumo de drogas blandas y duras en México se ha disparado en estos cinco años de “guerra”. Un día de esta semana, por la mañana, me percaté olfativamente de que un trabajador de limpieza del ayuntamiento de Zapopan –un señor de unos 55 años de edad- se echaba un churrito a manera de refrigerio en la mitad de su jornada laboral, que consiste básicamente en recoger la basura de los contenedores públicos de este barrio de clasemediero. Al día siguiente, este consumidor de alcohol -droga de entrada a las demás- observó cómo la barmaid de la taberna a la que acudió, una joven de aproximadamente 23 años que comenzaba su turno a eso de las 6 de la tarde, se echaba su respectivo toque de marihuana para “agarrar inspiración”. Probablemente estos avistamientos, totalmente circunstanciales, no sean indicativos de ningún patrón, aunque no deje de llamar la atención que sean precisamente dos trabajadores, de muy diversos giros, los que recurran a este tipo de alteradores de conciencia.

Volvamos con las “trincheras”. En su intervención, Diego Enrique Osorno habló de lo que debería ser el periodismo infragalista –no me pregunten qué significa exactamente “infragalista” porque ni el dios Google arroja ningún significado. Un periodismo que inyecte un poco de oxígeno en la atmósfera viciada por la labor casi propagandista de las televisoras por excelencia. Un periodismo que hable de otras muchas cosas, que aborde las infamemente llamadas “bajas colaterales” desde otra perspectiva que no sea la de contabilizar cuerpos, que deplore los sitios horrendos y horrendamente famosos como el Blog del Narco, que denuncie a esta guerra como lo que es: una matazón, una masacre, una farsa donde nadie ganará ni nadie perderá porque perderemos todos. Un periodismo que también hable del calentamiento global, de la depredación de reservas naturales a manos de hoteleros mexicanos y extranjeros, de la violencia en la lucha libre y del sudor en la frente de los niños que trabajan en los ingenios cañeros del país. Redondeando: un periodismo que dé una lección de ética a este pueblo en estado de descomposición, que eduque a sus lectores e incluso “alfabetice mediáticamente” al público acrítico, como escribió Elia Arizbeth Rodríguez Pacheco, maestra en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en su artículo “La Reproducción de la Discriminación en las Representaciones Socioculturales de la Cultura de Medios”.

“¿Cómo protegerse en una labor tan arriesgada como es el periodismo que ustedes realizan?”, pregunta un joven estudiante como quien pregunta sobre el secreto de la juventud eterna. “No hay garantías de nada”, responde Valdez, autor del libro Los Morros del Narco, “tienes que saber dónde te mueves…, cada caso particular tiene sus límites, debes confiar en tu experiencia y en tu instinto.” Más tarde, en la presentación de su libro, Valdez abundaría sobre cómo cuidar el propio pellejo: “tú podrías pensar que cubrir un accidente automovilístico en una zona céntrica de Culiacán no puede representar ningún riesgo para ti, pero conforme te empapas de lo sucedido encuentras que el automóvil que chocó a los demás, que estaban estacionados, era un Camaro 2011, sin placas, conducido y tripulado por sujetos en estado de ebriedad, que iban manejando como locos…, y hubo muertos, gente inocente, que tuvieron la mala suerte de atravesarse en el camino de esos imbéciles, y te da rabia..., pero al final te das cuenta que esos borrachos asesinos están metidos en cosas muy gruesas, que son prácticamente intocables; entonces no publicas la nota. Me avergüenzo de decir esto, pero así son las cosas hoy en día.”

El mazatleco Froylán Enciso es el otro mosquetero que daría con otro clavo a la misma pregunta: solidaridad. Que los atentados contra medios independientes no se queden en el silencio, hay que denunciar, salir a las calles, sentir como nuestra esa afrenta, esa amenaza, ese asesinato. El egresado del Colegio de México le compartió al público que él es un renegado permanente: cuando renegaba de la inmediatez constante del oficio del periodismo volvía a sus investigaciones históricas, y cuando se hartaba de éstas volvía a las trincheras, aunque a él siempre le ha parecido chocante el tener que tomar una trinchera. Se volvió entonces, un “traficante de historias”, un intermediario.

Froylán recién le traficó a sus compas la fascinante historia que encontró en un documento diminuto del Archivo General de la Nación sobre uno los primeros productores de opio en Sinaloa. El principal de ellos, Melesio Cuén, quien además de narcocultor fue tres veces presidente del célebre municipio de Badiraguato –ahí donde nació don Joaquín Guzmán Loera-, todo esto en los años 30’s del siglo pasado. Además de gomero el viejo Cuén, abuelo del actual alcalde de Culiacán, Héctor Melesio Cuén Ojeda (!!!), era todo un empresario: fue médico, comerciante, agente minero, propietario de la funeraria del pueblo y acaparador de la venta de combustible; algo así como la especie transitoria entre el liberalismo y el neoliberalismo. En palabras de su nieto Héctor, el viejo Cuén “ha sido un gurú para mí, un ejemplo.”

Enciso desnuda el racismo de sus paisanos: contrario a los prejucios de los sinaloenses hacia los chinos, éstos últimos no fueron quienes iniciaron el tráfico de drogas en Sinaloa.

Casi sin quererlo, el híbrido Froylán abre la puerta para la idea propuesta por Diego Enrique Osorno: los periodistas de estos tiempos oscuros deben ser, más que nunca, hombres y mujeres universales, que abreven de todas las fuentes posibles para enriquecer sus investigaciones, que sean atentos y solidarios con todas las trincheras, con todas las luchas. Si tan solo se les garantizara el derecho a ejercer su profesión libremente…

Seguirá…

Si quieren enterarse más del valioso esfuerzo de estos y otros periodistas dignos, entren a http://nuestraaparenterendicion.com/index.php, http://www.riodoce.com.mx/, http://periodistasdeapie.wordpress.com/

Por cierto, les recomiendo un documental buenísimo que aborda, aunque casi de pasada, el estilo de vida de los Zetas vestidos de traje y otros criminales: prostitutas, cocaína, alcohol, saqueos, cinismo y humor negro. El filme se llama “Inside Job”, y lo narra Matt Damon.

Un abrazo, maiceros!!!

martes, 11 de octubre de 2011

Frases sueltas sobre un país subcontratado


Hola, trabajo para un contratista (“colaborador oficial”, dicen pomposamente) de los Juegos Pan-Improvisados Guadalajara 2011. Mi trabajo no es tan malo, excepto por el hecho de tener que hacer malabares de bilis todos los días al constatar cómo se maneja mi país.

Como es ya del dominio popular, el estadio de Atletismo (¿no las olimpiadas comenzaron precisamente con pruebas de atletismo?) aún no está listo. Sí, a 4 días de la magna inauguración ¡¡¡ AÚN NO ESTÁ LISTO!!! La nota del medio oficial de los Juegos Pan-Improvisados informó ayer lunes que el Delegado Técnico de la IAAF (Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) hizo una visita al Estadio Telmex –no podía ser llamado de otra forma que “Telmex”- para “corrobar los adelantos en el inmueble panamericano cuyas obras de construcción están a punto de culminar”. ¿Adelantos? Si la novia aún no tiene su vestido de novia a 4 días del casorio, ¿se puede decir que está “adelantando” algo? Por si lo anterior fuera poco, el delegado de la IAAF, cuyo ánimo justificativo es casi tan cuestionable como lo que a continuación citaré, mencionó que “la lluvia ha retrasado los trabajos en el inmueble panamericano y por ello sugirió la posibilidad de que las empresas contratistas trabajen de noche para cumplir con el tiempo de entrega…”

Para redondear el patetismo de este circo: todo mundo en Guadalajara dice que este año no ha llovido tanto como otros.

¿Hay alguien en este país a quien le importen genuinamente los Juegos Panamericanos?

Externalizing machine: el paradigma del subcontratismo. El actual subdirector del “colaborador oficial” fue contratado por el contratista que paga mi nómina. El subdirector se jacta de saber mucho, qué digo mucho, demasiado de deportes; su patrón, mi patrón, se jacta de saber demasiado de negocios. Debe serlo: de la nada consiguieron el hueso que consiguieron sin tener previa experiencia en una competencia internacional de este calibre. “En teoría” –y en México, la teoría, las leyes, no están tan mal, el problema es la práctica- ambas partes –el bisnesmen y el gurú de los deportes-, deberían entenderse profesionalmente. Pero no es así. Al gurú, y cito: “le caga la gente”, así que está más interesado en sumergirse en su autismo ó –cito ahora a un compañero- ver un partido de golf en Groenlandia. Y el bisnesmen no tiene tiempo para lidiar con gente. Así que, “eso es lo de menos”. Págales no tan jodido y con eso tienen.

PRECAUCIÓN: cuando la infraestructura y la estructura fallen, no aborte misión, simúle.

Cuando hasta hace un par de semanas una compañera de trabajo le preguntó al “encargado” de sistemas qué pasaría si el internet fallara durante los Juegos –como lo ha seguido haciendo-, éste replicó: “¡que la boca se te haga chicharrón!”

Superstición mata volición.

Cuando los indignados no se autoproclaman como “indignados”, ¿dejan de serlo?

Los de arriba siempre han subestimado a los de abajo… hasta que se ven forzados a dejar de hacerlo.

Y los de abajo se cansaron. Cayó la última piedra en el buche: contrataron a gente “externa” para realizar la mejor parte del trabajo por más dinero.

Un ciudadano extranjero trabaja para el mismo “colaborador oficial” –no diré su nacionalidad para no seguir fomentando prejuicios- y opina que Emilio González Márquez, Gobernador del estado de Jalisco, y al mismo tiempo Presidente de Comité Organizador de los Juegos Panamericanos (COPAG), y al mismo tiempo pre-candidato fallido a la presidencia de la República –¿a qué hora hacía todo eso?- “ha hecho “mucho por Jalisco” al traer los Panamericanos. Hasta él se unió a los indignados.

SUGERENCIA: Cuando el modelo económico se agote, agótelo más hasta la aniquilación.

Los de a lado, “en teoría” más cerca de las ubres del presupuesto, no les va mucho mejor: visten uniformes oficiales Nike pero puede pasar más de un mes sin que les paguen.

El gurú misántropo-autista se mostró atónito al ver que la mayoría, sí, la inmensa mayoría lo confrontó: “me sorprende que se hayan puesto de acuerdo en tan poco tiempo”. (Si para avanzar solo se necesita ponerse de acuerdo en un par de cosas y actuar)

La cultura deportiva no enriquece tanto…, bueno, al menos no culturalmente.

6500 pesos al mes deben ser suficientes, según Ernesto Cordero, según el bisnesmen, según el gurú del deporte, para que mis amolados compañeros se desplacen a todos los lugares necesarios para el desarrollo de su trabajo –y vivan, por supuesto- durante las competencias de los Pan-Improvisados.

¿Y los viáticos, ‘apá?

Hace 8 días, en el programa Primer Plano, un politólogo deploraba el caso del apagón en el aeropuerto más importante del país, el de la Ciudad de México, provocado por las ratas que se comieron todos los cables de la instalación eléctrica, e insistía: “¿qué sucede cuando un Estado no puede garantizar sus fronteras –como el propio aeropuerto- y dar una buena cara al mundo?”

Las ratas, decía el filósofo Arturo Montiel, no tienen derechos.

Según los que saben, los Juegos Pan-Improvisados ya dejaron más lana que los de Río de Janeiro en 2007.

Es que en México somos requete fiesteros, así que por eso, y nomás por eso, hemos organizado “La Fiesta de América”.

ADVERTENCIA: ¡se castigará hasta con 4 años de trabajo tirados a la basura a todo atleta que corra con la mala suerte de consumir carne contaminada con clembuterol en la tierra de las carnes en su jugo y las tortas ahogadas!

Menos mal que Vázquez Raña ya “hizo votos porque los Juegos se desarrollen en un marco transparente en cuanto a sustancias prohibidas”.

Los del ITESO (Instituto de Estudios Superiores de Occidente) ya quieren rodar “Presunto Indignado”.

CONSIGNA: Si los bebés de la guardería ABC vivieran, al subcontratista escupieran!

Y la cúpula de los que no se sienten obreros ya prepara el contraataque…

(Con cariño para mis compañeros)

P.D. ÚNANSE A LA ACCIÓN MUNDIAL CONTRA LAS CHINGADERAS ESTE 15 DE OCTUBRE, CHEQUEN LA IMAGEN PEGADA EN ESTE POST. MÁS INFORMACIÓN EN EL LINK DE ABAJO

http://www.mxtomalacalle.org/index.php/15-o


viernes, 2 de septiembre de 2011

Caravana del sur por la paz con justicia y dignidad.


Esperamos informar próximamente sobre la programación del lunes 19 de septiembre, a la llegada de la caravana al zócalo de la ciudad de Puebla.

lunes, 22 de agosto de 2011

Torreón

El sábado de 11 de junio de 2011, la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad emprendió el camino de regreso a la Ciudad de México y Cuernavaca, desde la entrañable Ciudad Juárez. Momentos antes de la medianoche del sábado, rayando ya sobre el domingo 12, los caravaneros arribamos a la única ciudad que nos habría de dar la bienvenida dos veces: Torreón, Coahuila. “¡Sí se pudo, Sí se pudo!”, gritaban emocionados los hermanos torreonenses al ver a los caravaneros entrar estadio-gimnasio de Torreón. Una vez más los peregrinos nos sentimos como los seleccionados del TRI. Y por segunda vez, los laguneros nos agasajaron con los mejores alimentos de todo la travesía.

No es asunto secundario que mencione la cena memorable que el comité organizador nos brinó: tacos al pastor, burritos, tortas, pan dulce (!!!); de beber, aguas frescas de horchata y jamaica, café; y por si fuera poco, melón y sandía frescos, que nos supieron –justo como la vez anterior- a la más grande las glorias después de toda una semana de comer garnachas. Especialmente del melón hablaremos más tarde.

Del lado de los caravaneros, por su parte, crecía la expectación por llegar a Torreón para organizar una especie de convivio general, ya que en Cd. Juárez, por los famosos “motivos de seguridad”, la caravana se separó en contingentes que fueron alojados el jueves 9 en distintas sedes (ni tan “seguridad”, pues en la distribución de refugios, un camión le tocó irse solo y nadie se acordó de ponerle escolta policiaca…, ¡en Ciudad Juárez!); de tal forma que no se había dado la oportunidad de intercambiar impresiones sobre la experiencia vivida por los caravaneros. Los laguneros entendían esto y habían preparado toda una verbena a nuestro regreso.

Pero hoy en día en México, por más que los mexicanos nos empeñemos en fugarnos de nuestro laberinto a fuerza de festejos –tradicionales, importados o hechizos-, no es tiempo de verbenas. Mientras comíamos, un activista local se nos acercó para preguntar por “el tal Pietro”. El lugareño se mostró visiblemente molesto –y con justicia- por la paradójica ausencia del tema de los desaparecidos de Coahuila, en el pacto firmado 24 horas antes en Ciudad Juárez: “los desaparecidos, desaparecieron del Pacto”, exclamó inconforme. Por cierto que esa inconformidad sería recabada semanas más tarde por Marcela Turati en el número 1809 en la revista Proceso.

Vendría más sinsabor. Cuando algunos de los extenuados caravaneros se sentaron a reposar la cena en las gradas del campo de fútbol, uno de los organizadores nos preguntó en el micrófono si nos había gustado la fruta servida en la cena, a lo que el quórum contestó alegre con un “¡sí!”. “Pues bien,” prosiguió, “esos melones y esas sandías fueron una donación especial de los campesinos de La Laguna para la Caravana, pero ellos nos pidieron expresamente que no reveláramos a nadie la ofrenda, porque Los Zetas los tienen amenazados sobre hacer cualquier cosa con sus cosechas”. La manera en que el hombre lo dijo causó risas trémulas en uno que otro fuereño, como si se tratara de un pésimo chiste de humor negro (volveremos más tarde con los melones).

Salvador Campanur, líder del contingente de Cherán, vendría a terminar de aguar el convivio caravanero. Ese mismo sábado 11 se había encontrado en Cherán el cuerpo del compañero purhépecha David Chávez, que había sido secuestrado el 28 de mayo. Salvador prácticamente nos imploró organizar una colecta rápida para comprar víveres y llevarlos en una comitiva especial a su pueblo ese mismo domingo, donde lo esperaban a él y los demás delegados purhépechas para sesionar asamblea de urgencia. La resistencia precisa de provisiones. ¡Qué convivios ni que la manga del muerto!

Dormimos. Al otro día, el que se escribe fue a comprar el único souvenir del viaje: un número del periódico El Siglo de Torreón. Curiosamente, y a manera de premonición, una nota al pie de la portada destacaba las medidas de entrenamiento implementadas por la Universidad de Coahuila con los estudiantes, para saber qué hacer en caso de que una balacera azote la periferia de los campus. Se invirtieron millones en ese programa.

En la sección de la La Laguna del Siglo, venía la nota que coronaría lo sublime-horrible del caso de los melones: en los municipios meloneros de Morelos y Matamoros, los productores enfrentaban serios problemas en sus cosechas, debido a la terrible sequía que azotó la mayoría del territorio norteño en la primavera. Dicho de otra manera: los campesinos nos regalaron un poco de los melones que el cambio climático les permitió salvar –cambio provocado por los gases de efecto invernadero, a su vez emitidos en gran parte por el dios-carro, que poco tiene que ver con la vida del campo- , y, además, haciéndolo bajo amenaza del grupo criminal más temido en el país, los de “La Última Letra”. ¿Por qué todavía hay mexicanos –verdaderos héroes- que pueden dar lo único que tienen en las peores condiciones?

Pues bien, ese hermosísimo y desgarrado Torreón es el que me traje en el pecho. Hoy, más de dos meses después, volvemos a saber el horror que esa ciudad y su gente viven. Horror que por lo demás, en estos dos meses transcurridos, no ha menguado ni mucho menos. Pero contextualicemos un poco más.

Días antes de este sábado 20, cuando ocurrió en el estadio de los Santos de la 1ª. División del Fútbol Mexicano lo que el mundo entero ya sabe, David Penchyna, diputado federal del PRI por Hidalgo, casi “sin querer queriendo”, aceptó en vivo en el programa de Carmen Aristegui, que el estado de Coahuila pasó de un endeudamiento de 320 millones de pesos - antes de que el ahora presidente del PRI, Humberto Moreira, asumiera la gubernatura de ese estado- a 32 mil millones de pesos cuando concluyó su mandato (!!!), dejando de paso como tapadera de ese despilfarro a su hermano Rubén. Para subsanar el “boquetito” en las finanzas públicas, los priístas, campeones mundiales del cinismo, buscan ahora endeudar a los destrozados compatriotas de Coahuila por los próximos 30 años.

Y bien, pues ¿qué sucedió el sábado en el “Territorio Santos Modelo” (el estadio construido con dinero público, pero pregonado como suyo por el monopolio cervecero)? Respuesta: sucedió lo que pasa todos los días en Torreón: balaceras, desaparecid@s, torturad@s, ejecuciones masivas en reuniones sociales de cualquier tipo –en el mejor estilo de Juárez, diría José Emilio Pacheco-, secuestros, extorsiones etc, etc, etc… Solo que ahora sucedió en el último lugar imaginado: el estadio, el sacrosanto templo del fútbol.

En los comentarios de la nota de la balacera en Torreón, publicada por el portal de Yahoo ayer domingo, apareció en segundo lugar un texto que rezaba: “¡no es posible! ¡Ahora ni siquiera puede ir uno a gusto a disfrutar de un partido de fútbol!” ¿En verdad es inconcebible? ¿En verdad es inconcebible que un jugador de fútbol profesional se deje caer sobre el césped por miedo a un balazo, en pleno partido oficial del máximo circuito futbolístico de un país que lleva a cuestas 50 mil muertos? ¿Por qué es tan ominoso el perder la tranquilidad dentro un estadio de fútbol cuando hemos permitido que la tranquilidad se nos vaya de las calles, de los centros de trabajo, de los bares, de nuestras propias casas? ¿No fue el propio Jorge Valdano, campeón del mundo con Maradona, precisamente en el mundial de México 86 –seguramente un México donde el argentino no tuvo que salir corriendo al vestidor debido a una marea de plomo-, quien declaró que “el fútbol es lo más importante de lo menos importante”? ¡¿Qué es lo más importante hoy en México, carajo?! ¿Por qué cuando un ciudadano, padre de un joven asesinado, sale a las calles armado de poesía a hablar de paz, es más importante para no unírsele el hecho de que este ciudadano sea cristiano, besucón, o de plano, medio ”puñal”?

El fútbol es la última institución manchada por la violencia del Narcoestado mexicano. Ojalá que ahora sí, mis paisanos salgan por millones a las calles.

Y para no perder la perspectiva global de nuestras convulsiones, convulsiones que en cierta forma sufren otros pueblos del otro lado del orbe, les dejo este estrujante trabajo de Al Jazeera, sobre los hermanos de Bahrain.

http://english.aljazeera.net/programmes/2011/08/201184144547798162.html

jueves, 14 de julio de 2011

Carta-petición

Les recomiendo que ingresen al link de abajo para hacer una mínima muestra de solidaridad con la periodista y defensora de derechos humanos, la mexicana Lydia Cacho, quien nuevamente ha sufrido amenazas de muerte en fechas recientes.

Aunque para algunos este tipo de acciones solo son "cartas a Santa Claus", creo que empatizar con Lydia no sobra en estos tiempos donde todo mundo se rasca con sus propias uñas.

Saludos.





lunes, 4 de julio de 2011

Cd. Juárez. Viernes 10 de junio, 2011.


Con cariño para Maíz, en su diablo.

Una intensa sesión de testimonios en la inmensa desgarradura de Juárez concluyó con el inicio del día culmen de la Caravana por la Paz, el día viernes. Los caravaneros volvimos a los autobuses estacionados afuera del deportivo de Salvarcar conforme al procedimiento, y para ser alojados nos dirigimos hacia diversos puntos de la tensísima ciudad, aludiendo razones de seguridad. Al camión 1 y otros tres vehículos escogidos al azar les tocó como posada un seminario católico, y el que escribe recuperó pocos bríos por pasar la noche sobre la gloriosa superficie de un colchón, más la certeza de que a la mañana siguiente encontraría agua caliente para la ducha. Por si esto fuera poca diligencia, ¡nos desayunamos leche con cereal!

8:53 de la mañana, Campo Algodonero. Este lote baldío pasó a los anales de la ignominia, de entre tantos lotes baldíos ignominiosos en Juárez, por el hallazgo de los cuerpos de 8 mujeres salvajemente asesinadas. A pesar de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló en contra del Estado mexicano en el caso, ordenando en diciembre de 2009 la investigación de los asesinatos y castigo de los responsables, nada se ha hecho para el resarcimiento del daño a los familiares de las víctimas.

En el terreno, que es pura tierra suelta contaminada con sangre, se alzaron ese viernes cruces rosas, adornadas con globos de color morado, a manera de ofrenda a las caídas. Detrás de la alta barda que delimita el predio, se dejan ver inmaculadas las ventanas de las habitaciones de un hotel de origen estadunidense. La tranquilidad que irradia el complejo contrasta de forma casi ofensiva con la desolación del otro lado de la barda. El contraste es una muestra más de la desigualdad que impera en todos los rincones de nuestro país. Al menos la barda sirve para que los asistentes al acto se guarezcan del sol implacable.

La primera actriz Ofelia Medina toma el micrófono al lado de Trinidad Ramírez, esposa de Ignacio del Valle, el líder del pueblo de Atenco. La señora Medina está rabiosa y se esfuerza grandemente para no romper en llanto durante su alocución, en la que escarba en las raíces históricas de la desigualdad que desencadenó la violencia que hoy padecemos: “esta guerra se gestó cuando la Revolución fue traicionada, y Calderón la ha llevado [la guerra] con estupidez hasta la demencia”. Enseguida, la madre de Griselda Muroa López, desaparecida, clama al cielo su deseo más grande de que las autoridades encuentren “una sola niña…, [pero] no han encontrando a ninguna”. Al cielo precisamente son elevados los globos que parecen llevar dentro las plegarias de las demás madres de las muertas: a ver si allá arriba alguien les hace justicia.

Suena en el megáfono el inevitable estribillo de la logística: “ya vámonos, compañeros, hay que abordar los autobuses, por favor”. Enfilamos hacia la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez para tomar parte del evento que ha generado muchas expectativas en los caravaneros: las mesas de trabajo que elaborarán el Plan de Acción transversal al Pacto Ciudadano, que se firmará esa misma tarde en Cd. Juárez. Todos quieren poner su granito de ideas, y algunas de ellas ya se han abordado con antelación al interior del camión 1.

Cuarenta minutos después de dejar atrás el Campo Algodonero, la caravana motorizada retaca el estacionamiento norte de la UACJ. En los salones de la máxima casa de estudios local, a unos cuantos cientos de metros del puente internacional que une a Juárez con El Paso, los ciudadanos intentaremos darle estructura y dirección a las acciones que creemos necesarias para salir del callejón de la violencia en que nos hallamos 120 millones de seres humanos.

El que escribe se ha registrado en la Mesa 2, “Fin de la estrategia de guerra”, por una sencilla razón: aprender lo más posible de un tema del cual no se le ocurre prácticamente nada que decir. Las discusiones comienzan a las 11 en punto en una de las aulas del Instituto de Ciencias Sociales y Administración, con un auditorio de unas 40 personas. El sacerdote Miguel Concha ha sido elegido muy sabiamente como moderador de la mesa, ya que el tiempo apremia. Antes de las 3 se debe presentar al pleno el documento preliminar con los acuerdos alcanzados por cada mesa.

Curiosamente, en la mesa 2 no hay muchos juarenses, y todavía menos estudiantes de la UACJ. De cualquier forma comienzan las discusiones.

En la primera ronda de iniciativas inicia Abraham García, de la Red Ciudadana por la Paz con Justicia de Puebla, para darnos una pésima noticia: el proyecto de la Academia de Policía en el pueblo de Chachapa, municipio de Amozoc, pactado por el muy controversial gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle con el gobierno federal mexicano y el estadunidense a través de la muy cuestionada Iniciativa Mérida. El problema no solo es la academia en por sí sola, sino de dónde vendrá la asesoría para construir el centro de entrenamiento: Israel, España, Colombia y, por supuesto, Estados Unidos. Abraham insiste gentilmente en que la Caravana debe hacer un pronunciamiento al respecto. En su intervención Leopoldo, del Colegio de Sonora, no posterga el planteamiento de lo que algunos creemos indispensable aproximar: “¿se pueden alcanzar los objetivos del pacto que se va firmar? No, necesitamos aglutinar a otros sectores de la sociedad que aún están dispersos, maestros disidentes, mineros, obreros, etc.”

Las opiniones se fueron sucediendo gradualmente, algunas muy singulares pero atendibles como la de Mario, del Colegio de México, quién señaló la necesidad de diversificar la estrategia de seguridad nacional en el país, tan influenciada y determinada por el gobierno de los Estados Unidos, mediante el acercamiento con inteligencia y asesoría de otros países, como Alemania o Inglaterra. Mario se mostró e a favor, como otros caravaneros, de apoyar la iniciativa de Alianza Cívica y Sergio Aguayo, de solicitar formalmente al belicoso Barack Obama que emprenda tres acciones concretas para detener el infame tráfico de armas de Estados Unidos hacia México, sin que estas medidas requieran de la aprobación del congreso norteamericano. En tanto, otros participantes comenzaron a hacer hincapié en una de las banderas más prominentes de la caravana: la autogestión ciudadana en seguridad, cristalizada en heroicos ejemplos como la policía comunitaria de Cherán, Michoacán, o la también comunitaria de Guerrero.

Para la segunda ronda, el auditorio se duplicó con caravaneros que no tuvieron cabida en el resto de las mesas, entre ellos, el propio Pietro Ameglio, cercano amigo de Javier Sicilia. Entonces el debate se puso bueno; surgieron las voces del ala dura del movimiento. Julián, del Frente Popular Ciudadano Villas de Salvarcar, y adherente a la Corrdinadora Mexicana Contra la Militarización (COMECOM) exigió tajantamente, sin cortapisas ni plazos, la desmilitarización inmediata de todo el país (!!!), como condición indispensable para dialogar con el gobierno (NOTA: ¿quién habló de dialogar con el gobierno en esta mesa?). Lo mismo planteó Sergio, del posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, pero recupera nuevamente la necesidad de dar prioridad al tema de las policías comunitarias. Sergio está también con la COMECOM. Marcos, adherente a la Otra Campaña, pugnó de igual forma porque el Movimiento por la Paz exija el retiro inmediato de los militares. David, estudiante de la UNAM, matiza: “cuando menos hay que desmilitarizar Cd. Juárez y Michoacán”.

Mención especial merecen las aportaciones hechas John, ciudadano norteamericano del Movimiento por la Reconciliación de Estados Unidos y de Jesús Ochoa, un mexican-american retired lawyer. John se inclina por reforzar la petición de Alianza Cívica al presidente estadunidense enfrentando directamente a las empresas armamentistas, y por crear programas de trabajo en conjunto con ONG’s norteamericanas, con el fin de tratar el tema de la guerra contra el narcotráfico desde un enfoque ciudadano binacional. Don Jesús toca el espinoso tema que los gobiernos de ambos lados de la frontera nunca quieren abordar, y que parece que los habitantes de este planeta están condenados a aceptar: el lavado de dinero, específicamente en lo referente al poderoso consorcio norteamericano, Bank of America.

La discusión se polarizó en la mesa. Por un lado se hallan los que pensamos en agotar las vías institucionales y por el otro están los que parecen remembrar el lapidario enunciado lopezobradorista de “al diablo con sus instituciones”. Las policías comunitarias son uno de los pocos aspectos que cuenta con un amplio consenso entre los participantes. Lo del lavado de dinero queda relegado, mejor dicho, no tenemos ni la menor idea de cómo abordarlo siquiera, ya no decir de cómo combatirlo. Para unos, lo importante parece ser que el discurso del pacto exprese de manera abierta la línea dura que esperan escuchar las izquierdas del país, sobre la desmilitarización y el no-diálogo con el gobierno (NOTA 2: ¡esta mesa no tiene que ver con dialogar o no Calderón!). Para otros, la clave radica en cómo lograr que los objetivos, menos radicales y más pequeños, se traduzcan en hechos, mediante la presión ciudadana. Pero, y en esto parece que también hay consenso, ¿cómo vamos organizar la resistencia civil pacífica sin la respuesta masiva de la sociedad?

Pietro toma la palabra. Su humor, como el de todos los demás en el aula, está caldeado. Interpela a los duros y casi en particular a los COMECOM’s. Ameglio ya ha medido fuerzas con ellos en discusiones previas, antes de llegar a Juárez. “¿Ustedes le van a decir a Olga Reyes, con 6 muertos, a Julián LeBarón, 2 muertos, que no hablen con Calderón?[…] Deben entender que las víctimas son la fuerza moral del movimiento…” Y sobre la desmilitarización, el académico estalla: “no basta con decir ‘quiero al ejercito fuera de las calles’, sino qué alternativa de seguridad demostrable ofrecemos en lugar de los militares”. Además, insiste, no todo mundo quiere la salida del ejército. Delante del auditorio, Pietro le pregunta directamente a Salvador Campanur, líder de la comunidad indígena de Cherán, si él y su pueblo preferirían dejar de enfrentarse solos a los talamontes y llamar a los militares para acabar con la violencia que padece su comunidad. Salvador dice que sí y los duros siguen en desacuerdo; no hay consenso sobre la desmilitarización.

El sacerdote Miguel Concha, que muy hábilmente dio a cada quien su turno para hablar y ser escuchado, da por terminados los alegatos e instruye a los secretarios para que elaboren el documento que será presentado a las demás mesas, después de la hora de la comida.

Las mujeres, tan tristemente presentes casi de manera exclusiva en las tribunas del dolor atendidas por la caravana a lo largo del país, fueron eclipsadas en el muy masculino arte de discurrir, donde las ideas femeninas raras veces son respetadas. Con todo, el ejercicio democrático que minutos antes construimos de forma colectiva nos ha dejado un gran sabor de boca a todos; las asambleas no son una utopía. Tampoco es una utopía que los seres humanos seamos capaces de defender nuestras ideas sin odiarnos ni hacernos daño. Además, esas ideas forman parte de algo muy grande e importante: cómo construir la paz.

Sin embargo, falta lo que falta…

miércoles, 29 de junio de 2011

Chihuahua-Cd.Juárez. Jueves 9 de junio, 2011.


Kilómetros recorridos: 3089.

Ha llegado el momento de visitar la ciudad más violenta de la Tierra. Más violenta que Bagdad o Kabul, y eso que en Juárez –todavía- no hay marines norteamericanos desplegados. Tampoco padecen insurgencia armada ni contrainsurgencia, ni limpiezas étnicas. En Juárez sucede algo peor, la limpieza de la ciudadanía: la brutalidad de la guerra entre dos cárteles salvajes disputando una de las plazas más importantes del país por su localización estratégica, aunada a la infamia de la colusión de todas, TODAS las fuerzas de seguridad nacionales –militares, federales, afi’s; con los juarenses en medio del teatro de la guerra poniendo los muertos. Paso del Norte, hoy Juárez, fue el último reducto de la república donde el presidente homónimo se refugió para continuar su gobierno itinerante, frente a la amenaza imperialista francesa en el siglo XIX. Hoy Juárez es, en palabras de Charles Bowden, el periodista que se ha sumergido en los sótanos del infierno de esa ciudad, “un nuevo campo de exterminio de la economía global”.

En el interior del camión 1 se puede percibir tenuemente la tensión del miedo que nadie se atreve a externar. A los caravaneros no se nos espanta el ansia ni siquiera porque hemos atravesado por capitales que padecen niveles de violencia similares, o incluso iguales a los de Cd. Juárez. Pero también se siente una gran emoción, impaciencia por llegar a Juárez, por escuchar a Juárez; por eso estamos en ese camión, para eso recorrimos tres mil kilómetros. Además, traemos a Olga Reyes, la que ya no puede vivir en su tierra salvo que se resigne a perder su propia vida. Olga está atosigándonos cada 20 minutos con una sola cosa: cuánto falta para llegar a la ciudad de sus amores.

Entre Chihuahua y Cd. Juárez no hay más que desierto, y entrando a Juárez sólo hay más desierto aún, un desierto colonizado sin ton ni son por el gris del concreto, que acomoda un lote baldío al lado de otro lote baldío, habilitado como tiradero de automóviles, o yonke, como les llaman. Juárez debe ser, sin temor a equivocarme, la ciudad con más yonkes per cápita en todo el país. Sin embargo, existe algo mucho más notable en Juárez, algo que puede más –que ha podido más- que toda la resequedad del desierto y la resequedad de todas las corrupciones: la gente de Juárez. Desde la orilla de la carretera, sobre el atrio de una iglesia protestante adornada con globos, nos saludan los primeros simpatizantes de la Caravana por la Paz.

La recepción intercepta a la caravana en el paso a desnivel formado por la carretera Chihuahua-Cd. Juárez y la carretera federal Juárez-Cananea. Desde este distribuidor se puede apreciar la inmensidad de la megaurbe. Hacia el nororiente, nos dice Olga, están Villas de Salvarcar, un par de kilómetros adelante se encuentra el aeropuerto y donde termina el horizonte en el norte se divisa el otro lado, denotado por the lone star, desplegada con luces en las faldas de un cerro del estado de Texas.

La emoción con que somos bienvenidos al epicentro del dolor nos abrasa como lava. Decenas de adolescentes, niños, mujeres y abuelitas nos mandan besos, saludos y abrazos con los ojos llorosos de alegría. Mirar esos ojos es mirar los ojos del dolor, de la esperanza, del hartazgo y de la resistencia, todos juntos. ¡Esta ciudad ha sufrido la injusticia mucho antes de esta guerra estúpida y miren cómo nos reciben! La caravana y los juarenses acariciamos la tan inasible felicidad, la felicidad de la comunión. Olga Reyes toda es una lágrima de emoción: “pero cómo no va querer uno a esta gente, ¡si es puro corazón, shingao!” (recordemos que en Shihuahua toda las “ch’s” son “sh’s”). Un corazón es Juárez, un corazón que se pudre día a día cada vez más.

“¡Sicilia, no te rajes!”, clama una pancarta.

Casi una hora detenidos en el puente por el aluvión de amor y gratitud y ya se nos está acabando la luz del sol. La caravana motorizada vuelve arrancar en el puente rumbo a Villas de Salvarcar, la colonia donde en enero de 2010 y fueron masacrados 15 jóvenes; “eran pandilleros”, dijo entonces el muy sensible presidente Calderón. Ya en el deportivo de Salvarcar, colmado de asistentes, la gran mayoría de ellos jóvenes adolescentes, se respira un humor muy pesado. Juárez encarna verdaderamente la exigencia argentina de “¡que se larguen todos!”: que se larguen los “puercos” (federales) y los guachos que solo sirven para levantar cadáveres, y los medios también que se vayan de una vez porque, aseguran, todos están vendidos.

En el mitin, el sacerdote Oscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, nos ofrenda: “los recibimos con lo único que tenemos: amor y valor”. Mientras, los chavos siguen derrochando energía a mares, frente a ellos, el agotamiento de los caravaneros se hace patente en la brincadera de las consignas, donde los viajeros no les aguantan mucho el ritmo a los de casa. Comienza el desahogo.

Miguel Orlando era teniente de infantería, fue desaparecido en Juárez el 8 de junio de 1993 (¡1993!) por órdenes de altos mandos militares; es la fecha en que no aparece. Habla con el dolor ineluctable el padre de José Adrián, joven de 17 años asesinado en la matanza de Salvarcar. Está flanqueado por la pancarta de Brenda Berenice, de 17 años, desaparecida en en enero de 2009; y por la pancarta de Juan Chávez Morales, estudiante asesinado; y por la pancarta de Mónica Janeth, asesinada a los 18 años en 2009, y por la pancarta de…

Escuché en algún momento de este largo viaje a alguien que afirmó: “la guerra de Felipe Calderón no es contra el narcotráfico, sino contra la ciudadanía”. Es una aseveración gravísima, y sus implicaciones lo son aún más. Está el caso emblemático de Miss Ana, la profesora de inglés a nivel primaria que ha sido galardonada por su brillante trabajo con niños mexicanos en El Paso, Texas –muchos de ellos autoexiliados por la violencia en Juárez. Le sembraron droga: dos maletas con 48 kilos de marihuana en la cajuela de su automóvil fueron halladas por un soldado en el puente internacional, todavía del lado mexicano. Los juarenses se indignaron por el atropello y salieron a las calles a protestar. Sin embargo, Miss Ana sigue recluida en el cereso femenil de la ciudad que la expulsó. No es el primer caso de este tipo: los narcotraficantes han encontrado la manera de hacerse de “burreros”, infiltrando droga en los autos de personas que cruzan la frontera cotidianamente, sin que estas lo noten. Pudieron haber sido los narcos, pero los de Juárez no lo creen: “fueron los guachos”.

Nuestros infantes en El Paso, los que fueron arrancados de su país, los que se salvaron de ser reclutados por el narco, los que se salvaron de ser convertidos en cifras como los jóvenes ejecutados en Salvarcar, tendrán ahora que esperar por sus clases de inglés. Esta guerra es contra los mexicanos, incluso los de allende el Río Bravo.

lunes, 27 de junio de 2011

6 mil pesos.


Ahora, después de enterarme de que con un sueldo de seis mil pesos puedes fácilmente comer, pagar, renta y hasta comprar un automóvil, me resulta más difícil preguntarle al buen amigo Ernesto Cordero cómo es que se encuentran esos trabajos de seis mil pesos mensuales; llevo desde el 1°de mayo de este bienaventurado 2011 metiendo solicitudes y es  muy complicado que entiendan en los trabajos a donde llevo mi curriculum, que lo único que necesito es trabajar para recibir un ingreso y que me puedo esforzar al máximo para alcanzar los objetivos de la compañía a donde me estoy acercando. Tal vez el que esté mal sea yo, ya sea por como redacto mi curriculum o porque no lo acerco a las instancias correctas. ¿O será que todas las vacantes requieren de un mínimo de inglés?
Chale, se me olvidaba que no aprendí inglés suficiente ni fui a las clases de programación, esas que había que pagar en lugar de las comidas de la casa. Pérate que en lugar de ser un NINI soy un “Si hubiera…”: si hubiera estudiado un poco más, si mis papás hubieran planeado más mi educación, si no esto, si no lo otro. Pero ahora la pregunta es ¿o trabajo o estudio?. No puedo NI dejar de trabajar NI dejar de estudiar, chale en lo que recuerdo no dejar NI una NI otra ya se me fue la oportunidad de estudiar otra vez, pues sí que está cabrón decidir qué es lo que quiero.
¿Quién puede decidir qué hacer de su vida con 50 pesos en la cartera un veinticuatro de mes?  ¡Por dios esta cerca la quincena!, lo cual me recuerda la renta que debo pagar, no no no pero  si soy “joven” cómo puedo preocuparme por eso… si aquí lo que hace falta son jóvenes emprendedores, jóvenes o azules o verdes que lleguen en camionetas a decirle a los demás que es lo que hay que hacer. Pero claro, si lo que falta no es alguien que tenga el problema de decirle a sus hermanos que no hay que comer hoy, esos son pesimistas, esos son los jóvenes que NO le sirven a México, de esos ya no queremos más, pero ¡NO! que no se metan de narcos porque entonces empieza el pedote, porque los niños y jóvenes no deben ser sicarios pero pueden vender Chicles en las calles junto a sus padres, o pueden por supuesto, ir por la calle caminando pidiendo una limosna, ¿al fin tienen derechos no?
Pues al menos creo que ya está la solución. Cuando gane mis 6 mil pesotes  podré  fácilmente pagar mi escuela, mi renta, mi diversión y en una de esas, hasta le doy unos pesos al niño que anda pidiendo limosna.

domingo, 26 de junio de 2011

Torreón-Chihuahua. Jueves 9 de junio, 2011


Kilómetros recorridos: 2738.

A Javier Sicilia y la Caravana del Consuelo los están esperando con tambores en Ciudad Camargo, Chihuahua, para saludarlos por muy breves instantes. Son las 22:30 todavía del quinto día de viaje, cuando se realiza un modesto acto público en una placita del pequeño Camargo. Por cuestiones de logística, los caravaneros permanecemos en los autobuses ya que, una vez descendidos, es una lata y una pérdida de tiempo volvernos a subir. Además, la capital del estado más grande nos está esperando también.

En Delicias nos reciben con globos y con las luces intermitentes de una veintena de automoviles prendidas; los del municipio más pequeño de Chihuahua nos estuvieron esperando desde 5 horas antes del paso de la caravana. Un deliciense se sube espontáneamente al autobús 1 para agradecernos por haber llegado hasta su ciudad y, de pasada, contarnos que en Delicias “lo último” son los llamados comandos de limpieza que azotan prácticamente cualquier reunión social, ya sea pública o privada.

En la muy dolida ciudad capital de Chihuahua son las 0100 horas del jueves 9 de junio cuando los mariachis de la plaza principal comienzan a tocarnos la bienvenida. Los chihuahuenses estuvieron apostados desde las 19 horas del miércoles para darnos una recepción de lo más efusiva, con valla y flores para los caravaneros. Y desde luego, también nos aguarda la muy ansiada cena.

Al pie del monumento, los mariachis callan para que comience a hablar el maestro de ceremonia, quien nos da “el parte de guerra” que ha sufrido la entidad. Uno de cada de tres muertos de esta guerra de la avaricia lo pone Chihuahua. Nos informa de lo que solo puede ser conocido por los habitantes de un estado inmenso: los incendios de varias casas y negocios perpetrados por narcotraficantes en la zona serrana conocida como la Alta Babícora; los desaparecidos en la zona del Llano, la masacre de Creel. Y lamenta: las muertas de Juárez y Chihuahua fueron y regresaron a pie hasta y desde la Ciudad de México para exigir justicia, y nadie les hizo caso. “Chihuahua toda es una sola lágrima”, remata el líder indignado.

El evento se tiene que acortar, a mediodía emprenderemos la gran marcha, quizá la más grande que verá el país con el paso de esta caravana, así que hay que ahorrar energías. El que escribe se va a dormir con un obsequio de los chihuahuenses, un clavel rojo incrustado en el pecho del que pende una pequeña cartulina que reza: “A los visitantes de la Marcha por la Paz, con Justicia y Dignidad: que esta revolución no huela pólvora, sino a la fragancia de las flores”. Que así sea.

Hemos pernoctado en un balneario de las afueras –muy afueras- de la ciudad de Chihuahua. La caravana motorizada debe darse prisa pues el contingente local nos espera impaciente en las calles del primer cuadro de la ciudad. Ya rodando, Pietro Ameglio, quien muy seguramente está mejor enterado del humor de los caravaneros en el resto de los autobuses, aprovecha la coyuntura del camino para recalcar su visión sobre el movimiento: “para llegar a Juárez primero necesitamos acciones reales, luego habrá tiempo para la discusión filosófico-política”. Insiste en que no tenemos que estar de acuerdo en todo para seguir caminando juntos. Pietro parece anticipar un cierto divisionismo venidero al interior de la caravana.

Los organizadores del mitin en Chihuahua han sido muy claros en que la marcha es un evento organizado por los chihuahuenses y para los chihuahuenses, los caravaneros somos invitados, así que no encabezaremos la procesión. En el Monumento a la Madre, acomodado sobre la cuchilla que forman las calles Abraham González y Matamoros, la columna manifestante ya debe superar las mil almas. La marcha caminará, no por casualidad, de sur a norte hasta llegar al Palacio de Gobierno.

Las consignas estallan consecutivas en medio del aplastante calor norteño. Para el momento en que hemos alcanzado la entrada del edificio sede del poder ejecutivo local, el lugar mismo donde fue asesinada la activista Marisela Escobedo, la deshidratación ya ha hecho efecto en muchos de los gritones. No así en las víctimas. El templete apenas puede ser observado desde el asfalto por encima de las muchas pancartas de lona blanca y morada que denuncian a las muertas: Judith, 18 años, Norma Angélica, 44, Yanira, 15…

En el micrófono se resalta un hecho histórico: en un país constituido radialmente, donde todas las relaciones económicas y políticas convergen en el centro, es muy destacable que ahora el centro vaya al norte a escuchar y consolar. Entonces el dolor y la rabia son convocados de nueva cuenta. Habla una abogada rarámuri que defiende a los indígenas de su comunidad del despojo de los caciques de la región. Le han matado a su compañera de oficio y con bombas molotov incendiaron su despacho. Yuliana Armendáriz también está hasta la madre. Yuliana es sobreviviente de la masacre de Creel, Chih. (la primera de las masacres de Creel con 13 muertos, ocurrida el 16 de agosto de 2008), donde fueron asesinados un hermano y primo suyos, y no alcanza a comprender cómo, amén de la terrible impunidad, su gente también ha sido objeto del olvido. Aristófanes, otro orador, hace eco de la impotencia de la creelense: “Ojalá que nuestro México se sacudiera la apatía por el dolor ajeno”.

Chihuahua es fuerte y grande, como un señor de Parral, a quien le asesinaron a un hijo afuera de un Wal Mart. El señor es alto y de la tez blanca tan característica de esas latitudes, y su semblante y complexión delatan a un hombre de trabajo. En todo el camino recorrido por la caravana, muy pocos padres de familia como él –Sicilia incluido- han subido al estrado a llorar la pérdida de un hijo. En efecto, Chihuahua es grande como aquel parralense, pero el dolor de Chihuahua es todavía más grande.

Mención aparte merecen también Alicia y su llanto, de la étnia o’dam –o tepehuana para nosotros-, quien tomó el coraje y la fuerza necesarios para clamar en público por lo que nadie en su pueblo aterrorizado se ha atrevido a denunciar: el incendio de 7 pueblos en la zona de El Mezquital, Durango, y sus alrededores, a manos del grupo criminal conocido como Los Zetas. Nada más en el pueblo de El Zapote, según el medio electrónico ABCdiario Digital, los narcotraficantes quemaron 30 casas el 1 de abril pasado. ¡¿Dónde carajos está la autoridad?!

Julián LeBarón se siente como en su casa, pero está avergonzado de verla tan llena de sangre. Julián nos deja perplejos con su acusación sobre el caso de Marisela Escobedo: “Yo acuso a al PRI, al PAN, al PRD y acuso a los demás partidos políticos. Acuso a todas las iglesias y acuso a aquellos que no creen en Dios. ¡YO ACUSO A TODOS LOS AQUÍ PRESENTES! ¡Y ME ACUSO A MÍ MISMO, JULIÁN LEBARÓN! ¡De ser cómplice del homicidio de Marisela! Porque si todos hubiéramos estado con ella, aquí en este palacio, si no la hubiéramos dejado sola, ella no habría sido asesinada…”, “nos hemos dejado solos”.

Javier culmina el evento con la reinstalación de la placa que rememora el asesinato de Marisela Escobedo. “Si el gobernador vuelve a quitar esa placa, yo le digo a él que es un criminal, porque la soberanía reside en el pueblo, y este edificio no es suyo, sino del pueblo; y si la gente quiere que esa placa esté ahí, ahí se quedará”.

Rubí, la hija de Marisela también asesinada, lleva al día de hoy 1021 días esperando justicia.

sábado, 25 de junio de 2011

Monterrey-Torreón. Miércoles 8 de junio, 2011

Kilómetros recorridos: 2269.

La caravana de la espontaneidad bailó y cantó las 11 largas cuadras que le tomó llegar a la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, enel centro de la ciudad de Monterrey. En una ciudad tristemente acostumbrada a no ver una sola alma paseando después de las 9 de la noche, la columna estridente que puso a patinar a las corporaciones locales, encargadas de brindar seguridad a la propia caravana, no fue un evento menor. A las cero horas con cero minutos del miércoles 8 de junio, 500 marchistas eufóricos se instalaron en la escalinata de la rebautizada procuraduría de INjusticia estatal, en espera de la comitiva de familiares de víctimas encabezados por Javier Sicilia, reunidos a puerta cerrada con el titular de la mencionada dependencia.

En la verbena trasnochadora hubo baile, poesía, performance y reflexión. Mónica, una defeña independiente, intentaba persuadir con el ejemplo al puñado de regios que vacilaban en permanecer en vilo, sobre avenida Melchor Ocampo, frente a la procuraduría. El ejemplo combativo era el de Merary, la guayabita de menos de 12 años que tomó el megáfono en la plaza del Antiguo Colegio de Nuevo León para cantar y no soltarlo nunca. Una infante dando lecciones a los adultos.

Mientras la bulla no cejaba, el que escribe logró trabar conversación con tres conscientes chavos que sí se quedaron hasta el final. Miriam, Nívea y Juan también se mostraron sorprendidos por la respuesta de la gente en Monterrey frente a la llegada de la caravana. Más aún, me confiaron que otros cientos de ciudadanos estuvieron esperando la caravana en la plaza principal, la Macroplaza, pero al no aparecer aquella, y haciéndose la noche más oscura y riesgosa, prefirieron guardarse en sus hogares y verlo todo por televisión. Juan expone que en fechas recientes se había estado barajando entre los jóvenes de Monterrey, la opción de emular las “campadas” españolas del 15M a manera de protesta por la violencia; “¿para qué?”, replica, “mejor sumémonos a lo que Sicilia está haciendo”.

Finalmente, cuando un maicero estaba a punto de proponer al pleno la iniciativa de someter a examen antidoping a todos aquellos que a las 230 de la mañana seguían bailando y gritando, aparece la figura de Emilio Álvarez Icaza. El exombudsman capitalino nos informa de los acuerdos alcanzados con el procurador Adrián de la Garza, que se resumen apretadamente en: 1. Al cabo de una semana, los familiares de víctimas deberán ser informados del status de los expedientes de sus muertos y desaparecidos y, 2. En un plazo no mayor a treinta días tendrán que ser esclarecidos esos mismos casos, hasta sus últimas consecuencias. Ambos aspectos se antojan poco viables; la desconfianza es mucha. Pero si no hay cumplimiento, la caravana tendrá que buscar formas de presión más enérgicas.

La pernocta en el colegio Bernardo Pausset de Santa Catarina dura tres valiosas horas. Es el quinto día de viaje, y los espléndidos picos del Cerro de las Mitras sirven de magnífico fondo para la convivencia que los adolescentes del colegio sostienen con los caravaneros. “Aquí los chamacos son diferentes, ¿no?”, le preguntó Sergio a uno de los escuincles; “sí, aquí cuando nos portamos mal, en vez de expulsarnos nos llevan al psicólogo”.

Son las 930 de la mañana en la Sultana del Norte y el calor ya es insoportable.

Vamos camino de regreso al estado de Coahuila para hacer escala en la entrañable ciudad de Torreón, y más de uno en el autobús –me cuento entre ellos- tiene la firme intención de sumar unas pocas horas más de sueño. Sin embargo, Daniel Gershenson, presidente de la asociación civil AlConsumidor, impedirá nuestro sueño guajiro de dormir más desde el micrófono, con su vehemente perorata sobre el caso de la guardería ABC. Daniel y su equipo han ofrecido orientación jurídica a varios de los deudos de esa indecible tragedia. Algunos de esos padres han tenido que volverse verdaderos especialistas en derecho, para entender cómo la ley en México puede no tener efectos vinculantes sobre los principales responsables del infanticidio de Hermosillo, Sonora. Al menos eso concluyeron los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Gershenson, además, anda con las expresiones en inglés a flor de labio, y nos dedica especialmente una muy controversial: “youth is wasted on the young”.

Los ya quince autobuses de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad cruzan después de mediodía el precario municipio de Matamoros, Coahuila. ¿Cómo puede un viajero saber que un poblado es pobre sin hacer pie en él? Muy sencillo: no hay anuncios espectaculares promocionando candidatos priístas a ningún cargo. Matamoros es un municipio campesino, y los campesinos en México no pueden, no merecen ser convencidos con ingeniosos slogans como “¡More, more, more, Moreira!” (El more es un juego entre el apellido del candidato a la gubernatura de Coahuila, Rubén Moreira, y la palabra inglesa “more”, que significa “más”). No, a los campesinos no se les convence, se les coopta con despensas, con tortas, con refrescos o con “apoyos” para comprar la más mínima herramienta que, sobra decirlo, nunca los hará tendientes a salir de su condición de miseria. Más adelante aparecerá nuevamente en estas crónicas el nombre de Matamoros.

En Torreón sí es necesario atascar la ciudad de espectaculares. Y curiosamente de fehacientes espectaculares. Como en muchas otras ciudades del país, la clase política confía ciegamente en los milagros de la ciencia publicitaria, aquella que intenta transformar el justificado pavor de los torreonenses en idílico autorretrato: “Hablar bien de Torreón, habla bien de tí”. Es una lástima que a estas alturas de la infausta guerra contra el narcotráfico, ya ni la técnica publicitaria sea mínimamente confiable.

A la entrada del bosque Venustiano Carranza, una señora muy bien vestida y aderezada se acerca a mí para saludarme y agradecer la presencia de la caravana en su ciudad. Ambos nos enfilamos parque adentro, flanqueados por una valla de mujeres con pancartas que reclaman a sus hijas desaparecidas. La lugareña me da la terrible noticia: la noche anterior fueron masacrados 11 jóvenes en un supuesto centro de rehabilitación, situado a espaldas del parque donde se hará el acto público. Ya es la segunda vez que pasa, “como en Juárez, oiga”, agrega impotente. Ahora entendemos el excesivo dispositivo de seguridad desplegado en el perímetro del bosque.

En el auditorio del bosque volvemos a entrar entre las palmas de los congregados; la garganta se hace estrecha como un poro de la piel. Para mi disgusto, el formato del mitin de Saltillo se repite: hay que comer al mismo tiempo que las víctimas ofrecen sus testimonios en el templete. En las estaciones de comida conozco a Sofía, muchacha de tez morena que a sus 15 años ya colabora con el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro. Sofía sufrió la pérdida de dos de sus amigas de la secundaria la noche anterior, la misma noche de la ejecución de los otros 11 jóvenes. Sus amigas estaban departiendo en una fiesta con familiares y amigos cuando un comando salió de la nada y disparó contra los asistentes. En vez de asistir a las exequias de la joven fallecida, Sofía prefirió honrar el compromiso de ayudar a sus compañeros con los preparativos para recibir a la caravana.

En el estrado habla Teresa, con su rostro ajado por el tiempo y sus ojos azules empañados para siempre por la pérdida de su hijo Joaquín, asesinado a los 21 años en el DF. Ella viene con la caravana desde Cuernavaca. Tere le confía con lágrimas en los ojos al pueblo torreonense, el pueblo que tiene a sus hijos desaparecidos –como son Israel, Juan Antonio, Carlos, Servando-, que su hijo en cierta manera también nació en Torreón, pues su padre era originario de aquella noble ciudad. Para Tere es un honor estar con los paisanos de su esposo e hijo. “Usted, la caravana, son agua fresca para Torreón”, le contestan en agradecimiento.

Julián LeBarón nos vuelve a sorprender con sus líneas: “anoche en Monterrey, los policías ya no querían ser policías, porque sus ojos estaban sonriendo”. Javier Sicilia se anuncia a sí mismo como relevado por Julián en la poesía, y este, colorado como un jitomate, agradece el reconocimiento con un beso en la mejilla de Javier, a quien ve como un padre. Sicilia nos conmina a no ser derrotados por el olvido, y cita: “El espíritu vencerá a la la espada”. Tal vez, digo yo, Javier ha sido superado en la poesía, pero no en la fe.

Casi al final del evento, una oradora torreonense nos muestra de manera sucinta que sí, que un menonita, un obrero, una ama de casa, TODOS somos capaces de decir y hacer poesía si caminamos con el corazón. Con 42 grados de temperatura, la mujer –nuevamente la mujer- resume un camino de más de 2 mil kilómetros en unas cuantas palabras: “el desierto les regala rosas”. Sí, la caravana fue a Torreón, fue al árido Septentrión mexicano, a ser colmada de flores.

miércoles, 22 de junio de 2011

Saltillo-Monterrey.Martes 7 de junio, 2011.


Kilómetros recorridos: 1918.

La caravana motorizada llega avanzada ya la tarde a Saltillo, la capital de Coahuila, estado natal del antirreeleccionista Francisco I. Madero. A unos 200 metros del Boulevard Echeverría, en el gimnasio-auditorio de la escuela católica Ignacio Zaragoza, nos esperan de nueva cuenta las palmas y la gratitud, esta vez de los saltillenses. De comida prepararon viandas con menú tipo Kentucky Fried Chicken, pero igual lo agradecemos y le hincamos el diente. En el centro del gimnasio de usos múltiples la mesa colocada aguarda a Sicilia, Álvarez Icaza y el obispo de la diócesis de Saltillo, Raúl Vera.

En el acto vuelve a aparecer el clamor del norte: las y los desaparecidas. Al pie de la duela del foro lateral cuelgan las mantas de Elisa Loyo, nacida el mismo año que el que escribe (1983), y asesinada a los 25 años. A su lado, la manta de Raúl Reyes Cepeda, desaparecido en la ciudad fronteriza de Piedras Negras, en abril de 2009. En el micrófono nos brinda su apoyo y adherencia la representante de la Familia Pasta de Conchos, con sus 65 mineros que después de 5 años siguen enterrados bajo el alud de la corrupción y de poder empresarial. En Coahuila, sentencian los deudos de Pasta de Conchos, los mineros no se siguen muriendo por no seguir las normas de seguridad, como asegura el execrable Secretario del Trabajo, Javier Lozano, sino por la avaricia de los empresarios.

Escuchamos los testimonios de desapariciones forzadas con fines de reclutamiento en Parras, Coahuila. Y las constantes amenazas que el prestigiado diario El Siglo de Torreón sigue sufriendo, la última de ellas materializada en un granadazo tirado en sus instalaciones; México es un país donde hasta los reporteros de los medios más poderosos han sufrido muertos. En su alocución, el obispo Raúl Vera, tan querido por los lastimados coahuilenses, se mofa de las inverosímiles declaraciones del candidato de Felipe Calderón, el Secretario-de-Hacienda-en -campaña Ernesto Cordero, quien aseguró que “hace mucho que México dejó de ser un país pobre”. Al terminar, el clérigo voltea a ver a Sicilia y le espeta: “no sé si sabías en lo que te estabas metiendo, cuando comenzaste esto”.

El acto termina muy pronto, y hay que rodar otro poco más hacia el oriente para llegar a la tercera ciudad más importante del país, Monterrey. En el camino, algunos caravaneros muestran su extrañeza por lo discreto y apartado del lugar donde se llevó a cabo el evento en Saltillo. Al fondo del autobús 1, Sergio el flautista está envuelto en una mezcla de emoción y escepticismo sobre lo que va pasar en su ciudad natal. Cuando aparece sobre nuestro costado izquierdo el majestuoso Cerro de las Mitras, y sobre el derecho la impresionante puerta de La Huasteca de Santa Catarina, Sergio nos cuenta que más hacia el norte, en zonas apartadas del municipio de García, todos los días se escuchan las rondas de metralleta provenientes de los campos de entrenamiento de Los Zetas. Si Sergio lo sabe, ¿por qué García Luna lo ignora?

Después de cruzar por el ultra desarrollado San Pedro Garza García, pletórico de rascacielos coronados con nombres extranjeros de despachos de consultores y corredurías, llegamos finalmente al muy dolido Monterrey. En la plaza del Antiguo Colegio de Nuevo León, ya pasadas las 9 de la noche, los neoleonenses nos dan la gran sorpresa. Sobre la avenida Benito Juárez ya tienen preparada la valla para que Javier, Julián y compañía sean los primeros en pisar la plaza. La vibra irradiada por los regios nos conmueve hasta los huesos. Antes de bajar del autobús le deslizo con jiribilla a Sergio: “¡¿qué onda con tu gente, güey?!”; “yo tampoco lo puedo creer”, me responde.

Si la caravana está pintada de blanco por ser el color de la paz, el rosa de las mujeres no se queda atrás. En la ciudad de Monterrey las señoras, madres, jóvenes estudiantes y profesionistas, vuelven a ser el rostro que mayoritariamente ha caracterizado a los actos públicos. Ellas nos miran a los ojos, nos miran como se mira a un hijo que regresa de un largo viaje. Nos miran sin miedo, porque lo vencieron por un día para congregarse y recibir a sus hijos viajeros; ellas, en el fondo del dolor inenarrable, nos brindan amor a cambio de un poco de consuelo.

Precisamente es una agraciada joven la que comienza el mitin con poesía de Walt Whitman y su Canto a mí mismo. Lo dedica “a los que disparan, porque tampoco la están pasando bien”.

Gloria Aguilera tiene a dos hijos y su esposo desaparecidos desde septiembre de 2010, todos ellos policías de tránsito de Monterrey. Laura es madre de Mario Jorge Tovar, policía desaparecido adscrito a San Nicolás de los Garza. Irma Leticia Hidalgo tiene a su hijo Andrés desaparecido desde marzo pasado. Andrés, además de mexicano, también es ciudadano norteamericano (¿no deberían las autoridades estadunidenses exigir la presentación con vida de un ciudadano suyo?). Amada Puentes le dice a su hijo Gustavo González que siempre, SIEMPRE lo estará buscando. Gustavo fue secuestrado por las patrullas 534, 538 y 540 de la policía de Monterrey, junto con el tristemente célebre Vaquero Galáctico, artista callejero que se ganaba la vida como estatua viviente en el centro de Monterrey. Amada condensa en unas cuantas frases el hartazgo de Nuevo León: “Son unos desgraciados (el Ministerio Público)… que solo vienen a cobrar”. “¡Asesinos!”, “¡Ellos son la delincuencia organizada!”, “¡Que me vengan a quitar lo habladora!”.

“Era para que hubiéramos llenado hasta la Macroplaza”, exclama el padre de Gabriela Pineda, la estudiante de psicología que fue atropellada por un policía que perdió el control después de ser balaceado. El Doctor Cantú denuncia la muerte de su hijo Jorge Otilio, acribillado por fuerzas especiales de Nuevo León. Hasta el acta de defunción falsearon para intentar ocultar los balazos que a quemarropa le propinaron en la cara.

Por su parte, Olga Reyes vuelve a sacar fuerzas de flaqueza y arenga a la multitud: “¡hay que quitarse esa pinche cobardía!”. Julián LeBarón le da la razón al padre de Gabriela al deplorar que “no tenemos la más mínima noción de comunidad…, por eso no hay 100 millones personas en esta plaza protestando por 40 mil muertos”. Y pone el dedo bien hondo en la yaga: “todos los que no están aquí es porque hay algo que les importa más que la vida”.

Por si el desfile de víctimas fuera poco, aparece también la muy entrona, la señorona Rosario Ibarra de Piedra, quien ha buscado sin éxito a su hijo Jesús durante los últimos 37 años. La senadora regiomontana no vacila en contar su tragedia por millonésima vez. Tampoco titubea en echarle una flor a Javier Sicilia, comparándolo con José Martí, quien “como escribió Gabriela Mistral, hizo el milagro de pelear sin odio”.

El cuarto día de viaje se está acabando con la noche en Monterrey. Sicilia lamenta en la tribuna que la reforma política –la que contempla las candidaturas ciudadanas independientes- haya sido detenida ese mismo martes en el senado. Su intervención parece inconclusa cuando en la plaza se entona a coro “Solo le pido a Dios”, de Mercedes Sosa. Sin embargo, el poeta vuelve al micrófono, invitando a los regios a acompañar a sumarse en la incursión de los terrenos de la resistencia civil pacífica. Son las 2330 del martes 7 de junio y la caravana va acompañar no a 4, sino a 9 familiares de víctimas rumbo a la Procuraduría de Justicia de Nuevo León, para exigir que se reabran los expedientes de esos delitos y se fijen plazos para su esclarecimiento.

Para desaliento de los caravaneros, solo unas cuantas decenas de lugareños se unen al contingente. Pero no importa, uno solo de los hermanos regios agraviados habría sido suficiente para ejercer el derecho que los ciudadanos tenemos de exigir a las autoridades que hagan su trabajo, o que renuncien. Rumbo a la procu, una niña y un payaso inyectan dopamina a los caravaneros.