viernes, 21 de enero de 2011

Dimensiones Extra

Y ahora... la sorpresa fué, al menos para una servidora, que nuestra realidad es solo una parte del pastel que habita en 10 dimensiones¡¡¡

Ésta es una de las características más interesantes para algunos y desconcertantes para otros, de la tan nombrada “teoría de cuerdas”, o string theory, en el lenguaje inglés.

Resulta que no es nada nueva, aunque comparada con la mecánica clásica de Newton, resulta estar casi en pañales. Surgida a finales de los 70's, la teoría de cuerdas permitió, en ese entonces, deshacerse de términos infinitos de teorías bien conocidas en esa época.

Luego vino un “boom” y se convirtió en una teoría de moda que atrajo la atención de comunidades científicas, tanto de físicos como de matemáticos, que comenzaron a trabajar en ella. Parecía ser la panacea de la física. Una ciencia a la que aún le falta mucho por explicar acerca de la naturaleza, tal y como la observamos hoy en día.

Sin embargo, a lo largo de más de treinta años, está aún en desarrollo y posee una estructura matemática tan rica que, inconclusa, no ha arrojado datos, predicciones ni física en sí. Y puesto que es bien es sabido que, una teoría que pretende ganarse el adjetivo de científica, no lo es hasta que se comprueba, se “testea” como dice un buen amigo mío.

Hasta hoy la teoría de cuerdas, no ha alcanzado el estatus deseado y deseable por cualquier formulación sólida, ya que, simple y llanamente, no la hemos observado.

Y para comenzar, ¿¿cómo vemos las dimensiones extras que representan una de sus partes fundamentales?? Ahí viene lo difícil, pues, se postula que éstas dimensiones extras (6, para ser precisos) se encuetran “enrrolladas” y son tan pequeñísimas que no las percibimos. Imaginemos que vamos caminando por un cable tendido de un extremo a otro y conforme hacemos un zoom en el cable, vemos que hay hormigas recorriéndolo. Para nosotros, el cable posee una sola dimensión, esto es, la longitud. Pero para las hormigas, hay dos dimensiones: longitud y grosor... Pues así, podemos pensar en dimensiones extras. Cuanta más resolución buscamos para explorar el microcosmos, más cosas nos encontramos de paso (la naturaleza posee un comportamiento fascinante y poco usual, descrito por la mecánica cuántica, a escalas subatómicas); pero poder descubrir lo que ocurre a escalas cada vez menores, requiere un costo energético cada vez mayor y es, nuestra limitante tecnológica, lo que nos impide observar el universo diminuto en toda su extensión.

Es uno de los retos más grandes y para ello se construyen aceleradores, que son tubos larguísimos por los que se inyectan partículas elementales (protones y antiprotones, por ejemplo) para hacerlas chocar a velocidades muy cercanas a las de la luz (.99 veces 300,000 km/s). Mediante la colisión protón-antiprotón, se descubrieron un par de quarks el siglo pasado. Entonces, los aceleradores nos permiten observar constituyentes de estas partículas que, eran consideradas, las más fundamentales.

Uno de los aceleradores más conocidos y nombrados es el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), donde se espera encontrar rastros de teorías como supersimetría (asocia a cada bosón, un compañero llamado fermión). A su vez, los deflectores están puestos en la búsqueda de una partícula (que algunos denominan “divina”), el bosón de Higgs, a la que se le atribuye la propiedad de darle masa al resto de partículas que conocemos hoy en día.

Estos aceleradores representan los avances más grandes que el hombre ha podido conseguir hasta nuestros días, y son la autoridad que determine si vivimos en una realidad que, escapando a nuestros sentidos, posea más de 4 dimensiones.