martes, 21 de septiembre de 2010

Amputechture

En recientes días bicentenarios he tenido la muy grata oportunidad discurrir en Puebla Puerka -como diría el ausente Nawual- con nuestros compañeros maiceros Tlaltecuhtli, Kaciwali y Maíz.

Vaya charla!!!

Entre las tantas cosas que se abordaron, surgió un tema que a nuestro Tata-maicero le apasiona poco más que bastante: el concepto de nación. Sin embargo, como creo que el señor Maíz es mucho más ducho para eso de la política, me avocaré en este espacio a otras cuestiones que se derivaron de esa acalorada velada.

El Medio Ambiente.

Hablando de gratitudes, me parece que en el otro extremo, el de la ingratitud –uno de los vicios del ser humano más censurables a mi parecer- se encuentra una buena base para abordar la temática del medio ambiente. A manera de disparo de salida puedo mencionar, muy sucintamente, que desde que el hombre se olvidó que le debe la vida a la Madre Tierra –la vida biofísica y el sustento mismo-, el camino de la ingratitud –adoquinado con varios otros ideales y actitudes igualmente censurables- se convirtió en el estilo de vida de cientos de millones de habitantes de este planeta

A pesar de que algunos cínicos plutócratas siguen difundiendo la duda acerca de si existe o no un calentamiento global producido por la sociedad industrial mundial, la realidad no se cansa de mostrarnos, todos los días y a todas horas, las consecuencias nefastas de nuestras creaciones: inundaciones, sequías, desertificación, escasez de agua, tragedias que se suceden unas a otras sin fin esperable. Lo más increíble de esta situación es que la idea de que “las fuerzas de la Naturaleza” son las causantes inequívocas de semejantes desastres, sigue permeando al grueso de la colectividad humana. Más inaudito aún resulta que la urgencia de actuar contra la problemática ambiental pareciera ser inversamente proporcional a los esfuerzos encausados a paliar la crisis ecológica, y directamente proporcional a su impopularidad en cualquier mesa de debate, por banquetera o seria que ésta sea. Ante tal postración e indolencia generalizadas, siempre surgen muchas más preguntas que respuestas.

¿Es que en verdad nos volvimos completamente locos? Tal vez sí, o al menos eso quisiéramos creer para justificarnos la barbarie. Se me han planteado recientemente dos cuestiones que encuentro imposibles de entender: 1ª.Nuestra especie y la Tierra misma –que alberga a más de 25 millones de especies vivas con sus ecosistemas- estamos a punto de ser arrasados -no se sabe exactamente de qué manera-, concluyendo así un “ciclo vital” , trazado y diseñado –se sugiere- al parecer en un tiempo muy remoto y; 2ª. No hay mucho que se pueda hacer para evitarlo. Bajo argumentos que rebasan el ámbito de lo biofísico y que no soy capaz de dilucidar por mi mismo –aunque la Tierra, muy seguramente, debe ser la plataforma espiritual más grande que conozcamos en este mundo material- se me han deslizado una suerte de cuestiones que vale la pena diseccionar. Comencemos.

¿El hombre es parte de la Naturaleza? Sí, sí forma parte de la Naturaleza. De acuerdo, si lo es, entonces nuestra misión puede o debe ser –a como están las cosas- vivir la vida, ser felices, y de paso, destruir la más grande, bella y perfecta creación que es la Tierra y la vida misma. Cierto, el origen de eso maravillso que llamamos vida no ha sido explicado científicamente como un fenómeno propio de nuestro geoide, sino mediante la hipotética –e igualmente inexplicable- “invasión” accidental de pequeños microorganismos extraterrestres que comenzaron el largo proceso de colonización y evolución e nuestro inerte y tórrido planeta . Y si así fuera, ¿es menos meritorio lo que aquí milagrosamente sucedió, en la tercer órbita del Sistema Solar? ¿Acaso olvidamos que el Universo, la fuerza de Gravedad- según Hawking, lo único a lo que le debemos el origen del universo-, Dios, el Karma o lo que sea, dispusieron majestuosamente que un planeta particular se situara a una precisa distancia de una estrella –nuestro Sol-,lo suficientemente brillante y no tan caliente que permitiera que esos colonos invasores florecieran? Claro, se dirá: el Sol se colapsará dentro de unos 4 mil o 5 mil millones de años y nada de lo que aquí se discuta tendrá sentido para entonces. También se dirá que, dados los recientes descubrimientos en Marte, existe la ínfima posibilidad de que la vida en el planeta rojo haya sido también arrasada hace unos cuantos miles de millones de años… Enseguida, volveré a estos puntos, antes, quisiera ahondar en el aspecto del hombre proveniente de la naturaleza y sus responsabilidades.

Efectivamente, el hombre proviene de la Naturaleza. Ah! En dilemas que tratan que ver con la responsabilidad ecológica, como hijos de la Tierra, sí nos conviene provenir de la naturaleza!!! Eso me suena al típico caso del adolescente que se marcha de casa a buscar sus propios derroteros pero cuando se desmorona ante la primer prueba de solvencia económica llama a los angustiados padres para pedirles dinero. No es desproporcional ni pueril la comparación, estimados maiceros. Los seres humanos nos hemos embarcado en tamaña aventura llamada Progreso que, ahora que las consecuencias de nuestra estupidez empiezan a ahogarnos, pareciera que nos hundimos en el sillón con un lacónico: “de cualquier forma la siguiente glaciación, o el colapso del Sol, o la guerra nuclear que las potencias del orbe están por desatar, lo hubieran destruido todo…y hasta más feo.” Eso se llama irresponsabilidad.

Si hasta el desastre aéreo provocado por las flatulencias del volcán islandés fue un subproducto del calentamiento global –vulcanólogos de Alberta y Londres afirman que el deshielo de las masas glaciares ha incidido en la lucha geológica que sostienen el magma y el propio hielo, favoreciendo a aquél y detonando así la furia del coloso nórdico- , por supuesto que tendremos nuestra gran cuota de gloria y responsabilidad en acelerar la siguiente glaciación y contribuir a cerrar el ciclo. ¿A eso vinimos a este planeta? ¿A cerrar, en el periodo del último millón de años –desde que aparecimos en escena-, una obra hermosísima, dialéctica, evolutiva, sublime, que tardó más de 4 mil millones de años en fraguarse? ¿Somos esa creación siniestra de la Naturaleza que lejos de conseguir un equilibrio entre todas las especies vivas de este planeta, surgimos para exterminarlas? Y a pesar de esto, ¿nos consideraremos la cúspide de la evolución, biofísica y espiritual?

Darwin, el científico más grande que haya existido jamás, y amante de la naturaleza como muy pocos, se quejaba amargamente de que sus detractores –a la postre nadie los recordaría- y otros colegas de su tiempo no tenía ni la más remota idea de lo que era un millón de años. No valoraban en toda su magnitud lo que la Tierra era capaz de lograr en tal periodo de tiempo. Mucho menos de lo que implicarían cientos o miles de años: miles de generaciones de millones de especies interactuando incesantemente en un vals maestro que jamás Tchaikowsky hubiera concebido. (Como el vals ejecutado por un abejorro y sus orquídeas, cuando aquél, en su frenética e incansable búsqueda de néctar, visita a una de sus bellas parejas, se revuelve en ella y vuela presuroso hacia otra orquídea, llevando en su dorso el polen que fecundará a otra feliz compañera. Esta danza requirió muchos ensayos, y su ejecución correcta asegura la preservación de ambas especies).El naturalista británico, si viviera, estaría muy decepcionado de que a la fecha sigamos banalizando el tiempo como lo hacían antes los hombres de ciencia. Porque lo que hacemos con nuestra indiferencia, nuestras justificaciones y otras miserias es banalizar el tiempo. Minimizar el arduo trabajo de convertir a un pedazo de roca gigante e incandescente en un lugar digno y hermoso donde vivir. Convertir en desechable algo que, por simple y llana gratitud, deberíamos proteger y amar con todas nuestras fuerzas.

Si lo natural está por encima de lo humano, ¿por qué diantres no honrar a lo natural? ¿Por qué no preservar nuestro planeta hasta que lo natural decida cuando hemos de perecer y no lo decidamos nosotros, con la locura de nuestras acciones? Si estamos concientes del error terrible que hemos cometido al intentar situarnos por encima de lo natural y manipularlo, no sería consecuente resarcir ese mismo error? ¿Luchar siquiera, por remendarlo? ¿No nos enseña la tradición cristiana a pedir perdón? Y pedir perdón ¿no es empezar de cero otra vez?¿Qué significa el perdón sino volver al equilibrio, el estado justo de las cosas?

Ahora, volviendo con las conjeturas de millones de años atrás y millones de años adelante que quedaron pendientes: si el Sol acabará con la Tierra y todo lo que hay en ella dentro de unos 4 mil millones de años, deberíamos permitir que así suceda, porque, de nuevo, lo natural está por encima de lo humano. Si Marte fue arrasado de la misma manera en que estamos por ser arrasados nosotros los terrícolas, ¿qué nos hace pensar o sugerir que la aniquilación fue de la misma manera grosera e insensible que nosotros estamos desencadenando? Es decir, ¿no pudo haber sido simplemente porque lo natural lo dispuso así y no porque una horda de humanitos-marcianos valemadres la produjo? Y si fue así, ¿dónde queda la evolución espiritual y biofísica?

A decir verdad, me chocan los escenarios hipotéticos. No veo por qué hemos de hablar de lo que va pasar en épocas futuras tan lejanas –o lo que pudo haber pasado con Marte en épocas tan remotas- cuando lo urgente es hablar de lo que no estamos haciendo hoy y ahora por salvar nuestro único patrimonio, y actuar en consecuencia. Recuerdo así, al casi centenario excoronel zapatista del filme “Los Últimos Zapatistas”, que sentencia: “es que la tierra se ama…” y luego nos urge, apuntando la milpa con la diestra y sosteniendo su viejo corazón con la siniestra: “este es al patrimonio del hombre!!! Así pues, el curso de las disertaciones con los compañeros maiceros en aquella noche bicentenaria, aunados al poco eco que siempre hace el planteamiento del tema ambiental, y no otra cosa, lo que me ha obligado a emplear todas mis fuerzas en intentar esclarecer cuestiones que no puedo aceptar, aunque para ello me tenga que meter cuestiones harto complicadas. Y si caigo en el sectarismo por creer que siempre ha sido mucho el narcisismo y la vanidad del hombre al enfocarse única y repetidamente en sus creaciones, pues entonces soy un sectario.

Según he consultado en el Diccionario de la Real Academia, la palabra sectario es sinónimo de fanático. Pues entonces, soy un fanático. Me niego, fanáticamente, a creer que los zapatistas chiapanecos –tzotziles, tzeltales, choles y tojolabables-, los aymaras, pimas, quechuas,quichés, rarámuri, cholos, mapuches, cakchiqueles, guaraníes, yaquis, wixarika, ñahñú, yoreme, dakotas, mayas, amuzgos, y un sinfín de indios americanos más, que han labrado y cuidado la tierra desde cientos o miles de años atrás, estén equivocados al pelear una lucha que está derrotada de antemano por un “determinismo cíclico”. Me niego a creer que los muertos que han puesto los del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil han sido en vano. Me niego a creer que los Guardianes de los Árboles desperdiciaron su tiempo encadenándose a los árboles de la barranca de Acapantizngo solo para que no construyeran una ampliación del libramiento a Acapulco, y que ahora pelean férreamente porque no se abra la enésima tienda del grupo Wal Mart en Cuernavaca, que destruirá son certeza más árboles, como es su estilo. Reniego que los muertos de la Sierra de Petatlán en Guerrero no hayan servido para nada. Reniego que los muertos tlahuicas que combatieron a los talamontes del Chichinauhtzin tampoco marcan una diferencia. Y reniego, fanáticamente también, de aquel que menosprecie o minimice la lucha ecológica en México, encabezada por los últimos y más grandes patriotas –que no los únicos-, como escribió el ya multicitado en este espacio, Carlos Monsiváis.

Por inverosímil que parezca, Nuestra Madre Tierra es tan generosa que cualquier acción, siempre que sea CONJUNTA, tiene un impacto muy significativo, y le permite a aquélla comenzar la regeneración. SÍ hace una diferencia utilizar transporte público en vez de auto, y más diferencia hace pedalear una bicicleta –si 20 millones de automóviles dejaran de circular tramos de 50 km diarios en cualquier parte del mundo, se dejarían de consumir más de 200 mil de barriles de petróleo. SÍ hace una diferencia el reutilizar y recliclar papel, cartón, plástico, aluminio. SÍ hace una diferencia bañarse en menos tiempo y reparar fugas en la tubería de agua. SÍ hace una diferencia plantar árboles y asegurarse de que crezcan. SÍ hace una diferencia salir a gritar a las calles que no estamos de acuerdo con tanta depredación, y denunciar los ecocidios cometidos todos los días a manos del capital. Y SÍ, SÍ hace una diferencia hablar del tema y concientizar.

¿Para qué abundar y debatir exhaustivamente sobre si existe algo conocido como la nación mexicana, o si somos o no plenamente independientes, si en el corto plazo ya no habrá territorio habitable para refundar esa misma nación? No digo que no sea importante, pero me parece que lo urgente tiene preeminencia.

Para finalizar, estoy convencido también de que existen creaciones humanas, tan sublimes como las creaciones más hermosas de lo natural, y que pueden influir de manera poderosísima en nuestros corazones para hacer un cambio. Me refiero al arte. Amputechture es una invención lingüística que tituló el mejor trabajo musical de una extraordinaria banda de rock, The Mars Volta. Para muchos, la música de esta agrupación psicodélica y pseudo-pocha sonará estridencia pura y seca; para mi, aficionado de los sabores fuertes, es una súper banda. La palabreja ésta embonó excelente al hablar de estos espinosos temas, y solo por asociarla con éstos, es que por fin pude darle una interpretación: Amputectura sería, por antítesis de Arquitectura, el arte de amputar, o el arte construir amputando.

Esperen ¿No es lo que como funcionan la Arquitectura y la Ingenería Civil? Desde luego que todos necesitamos de puentes, carreteras y demás artilugios de varilla y concreto que sostengan el progreso y den sustancia al “ programa de infraestructura más grande de la historia”. Y para eso, agarramos un cerrito cualquiera, y lo convertimos en grava y arena. Y luego, un chingo de cerritos más. Ése ha sido nuestro accionar durante ya un largo rato. Así, no solo hemos amputados sierras, selvas y manglares, también le hemos amputado a la Tierra todos los mecanismos de soporte de vida con que contaba. Empero, para eficientar las amputaciones, hemos logrado, gracias a la diosa Tecnología, cortar sin utilizar objetos punzo cortantes, o dinamita, como sucede en la industria de la construcción. Inventamos pues, los agentes químicos, que no cortan pero sí evitaron que crecieran los plantíos de arroz en Vietnam…Mmmm, ¿qué pasó después? Pues los vietnamitas comunistas hijos de su pinkfloyd nacieron sin miembros, como si hubieran sido amputados desde el vientre materno. O peor aún, con amputaciones y cáncer.

Y aquí entra nuestra imagen grotesca de hoy. Se las describo porque no se alcanza a apreciar bien. La obra titulada “Camo Outgrowth”, del artista suizo, Thomas Hirschhorn (1957), nos muestra un panel de globos terráqueos dispuestos horizontalmente. Cada globo terráqueo tiene un chichón o tumor que le sobresale por alguna parte de su cuerpo. El tumor es del color del camuflaje militar. Debajo de cada globo terráqueo el artista nos horroriza con fotografías de víctimas civiles de varias guerras del siglo XX. Todas son víctimas civiles, ¿les parece familiar la imagen? Si creían que en El Alarma, El Gráfico o El Extra muestran material obsceno e insoportable, el suizo dice con permiso. Creo que el sentido de la obra es muy evidente, sin embargo, es la brutalidad misma de las imágenes la que nos ilustra que no es tan sencillo enfrentar el alcance y los resultados de nuestra propia ignominia, de nuestra propia locura.

Me despido con una recomendación. Chequen el artículo de Denise Dresser “Gran Diccionario del Bicentenario”, que publica el más reciente número de la revista Proceso, circulando esta semana. Está muy interesante. Para variar, en el Diccionario no hay referencia alguna a la ruinosa situación ambiental en México.

1 comentario:

  1. Balam!

    Estoy de acuerdo en la preponderancía del tema de la tierra y la forma en que nos comportamos con ella. Dirían algunos que son las consecuencias del ser humano ya que el simple hecho de estar con vida o muerte en este espacio provoca una alteración.

    Tanto las discusiones sobre la Nación, festejos, música, arte y la Tierra estan en el mismo nivel de importancía.

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