martes, 26 de octubre de 2010

Nabiha Jassim y Adnan Awad Al Jumaili

Más y más registros de atrocidades cometidas en sietes años de guerra petrolera en Irak fueron filtrados para su análisis a importantes medios de comunicación como Al Jazeera, proporcionados por el portal Wikileaks. Más de 400 mil documentos donde se registra gran parte de la historia de la barbarie cometida por el país ocupante y las consecuentes respuestas de la insurgencia iraquí –muy inferiores en proporción-, auspiciadas en algunos casos por Irán y Siria, y calificadas “legítimamente” por el país ocupante como actos terroristas.

Los grandes rubros en que se pueden clasificar las pequeñas y terribles carnicerías, pero cometidas a gran escala y bajo un patrón sistemático son: tortura a civiles –con violaciones y trato vejatorio-, asesinato de civiles en retenes y a domicilio, y ataques “colaterales” a periodistas, y también a civiles. Una inmensa cosecha de sangre.

El imperio y sus aliados no tardaron en protestar contra la cloaca destapada por los Wikileaks.

El quinto jinete del Apocalipsis, la señora Hillary Clinton –en los tiempos de los profetas bíblicos no se conocía como tal el término “propaganda oficialista”, por esta razón solo fueron cuatro y no cinco los jinetes revelados por gracia divina-, la misma que dedica todos sus esfuerzos para desatar la guerra nuclear contra Irán, ha condenado la filtración de todo documento que ponga peligro “la vida de los soldados y de los civiles estadunidenses y sus aliados”.

Ahora intentaré copiar un pequeño pero noble ejercicio practicado por Rysard Kapuscinski, el legendario periodista polaco. Cuando el brillante reportero visitó Medio Oriente para investigar los orígenes del conflicto palestino-israelí, hace ya varias décadas, dedicó en sus textos una modesta ofrenda a los palestinos que conoció en sus viajes y que, muy a su pesar, perecerían con seguridad apenas se desatara la nueva ofensiva terrorista sionista en contra del pueblo perseguido. Habló sobre los campos de palestinos refugiados en Jordania. En los campos abundaban niños que habían nacido fuera de su pueblo, pero que hablaban de él como si acabaran de pisar su suelo diez minutos antes: “Me llamo Miriam Husaini, de Kafr Kana, cerca de Nazaret, delante de nuestra casa crece un ciprés muy alto.” Siendo muy corta de edad, Miriam jamás había estado ni en Nazaret ni en Kafr Kana, pero su padre le había inculcado que ahí, delante del ciprés, tenían el hogar al cual volverían algún día. Los dueños del mundo, con todo su poder militar y financiero, impedirían que así fuera.

Nabiha Jassim es una más de las cifras infames que han salido a la luz. Nabiha tenía 35 años cuando se dirigía apresuradamente al hospital a alumbrar un crío que ya nunca nació. Una lluvia de balas desatada por oficiales estadunidenses en un retén militar le cegó la vida. Su primo, Saliha Hassan, de 57 años, también fue muerto en la refriega, ocurrida en algún punto de un pueblo llamado Samarra, al norte de Baghdad. Sus muertes abruptas fueron archivadas, como las otras seiscientas ochenta muertes ocasionadas en circunstancias similares, bajo el régimen de daños colaterales; uno de tantos costos –incalculables por tratarse de vidas humanas, y no de barriles de crudo- que la nación ocupada debe pagar para ganarse la “democracia”.

Adnan Awad Al Jumaili fue arrestado el 17 de mayo de 2007 por fuerzas de seguridad iraquíes. Se le acusaba de estar involucrado en ataques terroristas, llevándolo preso a las mazmorras iraquíes, patrocinadas por el invasor yankee. Trece días después de su detención, y después de ser interrogado en un par de ocasiones, Adnan fue hallado muerto en su celda. La autopsia reveló contusiones severas en todo el cuerpo, hemorragias internas en cerebro, cuello, abdomen y desgarramiento de pulmones. La Secretaria de Defensa Iraquí ordenó una investigación sobre la muerte de Adnan, y una orden de arresto fue girada en contra del oficial iraquí que condujo los “interrogatorios”.El sátrapa salió libre después de tres meses por “falta de pruebas”. Los deudos nunca recuperaron el cuerpo de Adnan.

Pienso en Nabiha y en Adnan como se pueden pensar nuestras víctimas de la guerra que libramos en México contra el Narco, una guerra que también arroja “víctimas colaterales”, como los tres miembros de una familia de Saltillo, asesinados este fin de semana pasado a manos de policías “estatales o federales”, según la información difundida, que para el caso la tragedia es la misma. Una mujer y sus dos hijos muertos: María Angélica Galindo Sánchez, de 47 años, Karen Alejandra de 18 y Ricardo Siller de 14 años. Doscientos cartuchos hubieron de ser percutidos "accidentalmente" esa noche contra la camioneta en la que viajaba la infortunada familia, para que los agentes policiales cayeran en la cuenta de que los acribillados no eran los mismos que habían desatado una balacera momentos antes en avenidas principales de Saltillo.

Aunque no conocí a las víctimas de este lado y de aquél, recuerdo sus nombres, como hizo Kapu.

*Bebé iraquí muerto tras los ataques aéreos estadunidenses sobre la ciudad de Fallujah, en septiembre de 2004. Fotografía de Mohammed Messara.

Para más información consulten:

http://wikileaks.org/iraq/diarydig

http://english.aljazeera.net/secretiraqfiles/

1 comentario:

  1. Que tanto se puede decir de esta situacion tan aberrante, que nos deja ver a los seres humanos, no pensantes, es muy triste el solo ver la imagen de esa pequeña..

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