lunes, 22 de noviembre de 2010

Messages from the deep*. I

“Empecé a expulsar vómito color café, también mi orina era café…, todo el día con lo mismo. Después de eso pasé una noche terrible sudando y con una diarrea incontrolable.”

Este es el testimonio de Donny Matsler, un humilde pescador de las playas de Alabama. Donny inhaló los dispersores con que British Petroleum infestó el Golfo de México para “reparar” el desastre petrolero ocasionado por ellos mismos en las profundidades de ese mar. El uso de esos dispersores ha sido prohibido en muchos países a lo largo y ancho del orbe –uno de ellos específicamente prohibido en la Gran Bretaña (!!!)-, pero en esta zona del sur de Estados Unidos han sido utilizados indiscriminadamente bajo el falso argumento de que no representan un riesgo para la salud de seres humanos.

Desafortunadamente esta es una sola de las múltiples y terribles consecuencias generadas por el desastre natural más grande en la historia del imperio norteamericano. Más adelante abundaremos en la desagradable retahíla de daños causados a la salud humana en el litoral sur de los Estados Unidos, así como la incalculable devastación del ecosistema marino en el Golfo de México. Primero hagamos un breve ejercicio de memoria sobre los hechos ocurridos y los factores primarios de esta vergüenza humana.

El 20 de abril de 2010 la plataforma petrolera Deepwater Horizon explotó en algún lugar del Golfo de México, matando a 11 trabajadores de la perforadora contratista y desatando el derrame petrolero más grande en la historia del vecino país del Norte. Todo parece indicar que la falla fue ocasionada –aunque no exclusivamente- por el uso negligente de un tipo de cemento “inestable” destinado a sellar el pozo petrolero –irónicamente nombrado Macondo- en el fondo del Golfo de México. Un cemento de características óptimas era necesario para asegurar la cámara exterior del pozo y prevenir que los hidrocarburos entraran en ella, evitando así exponer al sistema a potenciales explosiones. Hoy sabemos, más de 6 meses después de lo ocurrido en el Golfo que Halliburton, la infame empresa que diseñó el condenado cemento fallido, fue informada con suficiente anticipación de que su cemento no cumplía con los requerimiento de tamaño proyecto. British Petroleum, la dueña del yacimiento, también estaba informada, y ambas compañías decidieron emplear el componente de todas maneras. Las consecuencias de ese desdén corporativo han sido más que funestas. Más de 5 millones de barriles de crudo han sido vertidos en el Golfo de México, ocasionando la contaminación irremediable de cientos de kilómetros de costa, el aniquilamiento de miles de ejemplares de especies de flora y fauna, además del inconmensurable daño económico y social a las comunidades pesqueras de esa región del planeta.

Pero, ¿cuál es el trasfondo que provocó esta infernal catástrofe? Tan sencillo y tan complicado.

1. Nos volvimos locos por el petróleo. El pico de producción mundial de petróleo fue alcanzado hace ya varios años, sin embargo, los grandes consorcios energéticos siguen inyectándonos el combustible fósil que hace nuestras vidas “más fáciles”, al tiempo que amasan obscenas fortunas con nuestra adicción al oro negro. Los halcones republicanos y sus secuaces tuvieron que devastar Mesopotamia y su gente para garantizar el control político y económico de la mayoría de los inmensos yacimientos en Irak y el resto de Oriente Medio. Sin embargo, la grandísima y estúpida cuota de muerte y destrucción pagada en esas latitudes tampoco fue suficiente para saciar la avaricia de las trasnacionales petroleras. Por eso hubieron de perforar el Golfo de México a profundidades inimaginables.

Por esa misma incontenible avaricia fue que BP envío a su despreciable ejército de cabilderos a endulzarle el oído a los congresistas norteamericanos y maravillarlos con las bondades potenciales de la perforación y explotación de pozos petroleros en el océano profundo. (Son el mismo tipo de despreciables cabilderos con que la Philip Morris y Pepsico bombardean las buenas conciencias de nuestros incorruptibles e íntegros legisladores mexicanos). BP orquestó toda una campaña de mediática para convencer a la clase política gringa que perforar en el mar profundo era seguro y rentable. Así se selló inexorablemente el destino de esa parte del Golfo de México. No tardaron en saltar a las pantallas de televisión los senadores estadunidenses paleros, disfrazados de “expertos”, de “comprometidos” con el desarrollo de la nación de las barras y las estrellas. Una senadora en particular, Lisa Murkowski, resultó francamente patética e idiota –me recordó a los diputados del Partido Verde Dinero de México, con su pena de muerte para secuestradores y asesinos. Después de quedar boquiabierta con la espectacular proyección cuadridimensional de lo que los ingenieros de la BP podían hacer en el mar profundo, la republicana le expresó al comité de energía del senado gringo : “es mejor que Disneylandia en términos de cómo se puede manipular la tecnología e ir tras un recurso natural de miles de años de antigüedad y hacerlo de una manera amigable con el medio ambiente.”

La campaña dio resultados, es decir, el presidente del pragmatismo y máximo patrono de la guerra en Afghanistán, Barack Obama, finalmente salió a los medios a decir con su fulgurante sonrisa, tan solo tres semanas antes de la explosión de la Deepwater: “las plataformas petroleras en general no provocan derrames ya que tecnológicamente son muy avanzadas.” El propio Obama tuvo que tragarse sus palabras una vez ocurrido el accidente y congelar la política de “drill baby, here an now.” Inexplicablemente , aún con el derrame y a pesar del derrame, los gigantes del gas y el petróleo siguen amenazando con perforar los glaciares de la reserva natural del Ártico, todo de “manera muy segura.” Más incomprensible aún es la posición de varios políticos de Louisiana, que se rasgan las vestiduras por la suspensión de los demás de proyectos de perforación en el Golfo, aduciendo que ahora que la industria pesquera está en ruinas el estado sureño no se puede permitir el lujo estancar la industria petrolera. (!!!)

La locura es actuar sin pensar. Aunque nunca faltan las excusas.

“No creo que nadie se hubiera imaginado las circunstancias que estamos atravesando ahora (con el derrame)”. De esa manera tan pueril se justificó Steve Reinhart, vocero de BP. Tal vez se deba a esa política “imaginativa” de los delincuentes de BP que en los últimos tres años, las gaseras y petroleras han invertido más de 39 mil millones de dólares en exploración, contra los magros 20 millones de dólares destinados a la investigación y desarrollo de seguridad ocupacional, prevención de accidentes y sistemas de respuesta contra derrames. Esos escasos recursos invertidos en nimiedades como la preservación de vidas humanas debieron ser la fuente de la infinita arrogancia que llevó a BP a asegurar, en el primer plan de exploración que la empresa le presentó al gobierno federal gringo, que en el proyecto “existía un riesgo mínimo de alguna cotingencia mayor…”, y si hubiera derrame, “…las corrientes marinas y la degradación microbiana removerían el petróleo de la columna de agua, o diluirían sus constituyentes a niveles muy bajos…”; y el impacto para la fauna marina sería, “subletal, gracias la capacidad de los peces adultos de evitar el derrame y metabolizar hidrocarburos.” (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ). El derrame se convertiría en un festín!!! La Naturaleza limpiaría nuestro cochinero!!!

Continuará…

*Con información de Al Jazeera y el espléndido reportaje de Naomi Klein, que pueden consultar completo en http://www.guardian.co.uk/theguardian/2010/jun/19/naomi-klein-gulf-oil-spill

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